El hecho que seamos seres sociales, y vivamos en comunidades nos confiere la capacidad permanente de ser vínculos vivientes de todo el saber que existe en el mundo a través de los tiempos. Enorme responsabilidad si se tiene en cuenta que la mayor parte de la historia de la humanidad está transmitida en base a vínculos orales, de generación en generación.

No somos conscientes, en la historia personal de cada uno, del tremendo valor que tiene lo que nos transmiten nuestros semejantes en los primeros años de vida cuando somos todavía una hoja en blanco para ser escrita. Allí es donde se plasman las primeras "manchas" de la cultura, que van a definir un personal modo de ver la realidad.

Tal vez en esos primeros momentos de vida, es cuando definimos un montón de características que hacen a nuestra futura personalidad, y todos sabemos que la personalidad es muy difícil de modificar por la voluntad propia.

¿Cómo darme cuenta que mi gusto por mirar las estrellas es mío o es de mi padre? ¿Cuánto me parezco en carácter a mi querido abuelo? Son interrogantes simples que no llegan a describir la gran complejidad de los mensajes que nos transmiten los que nos rodean, porque es bien sabido que el "haz lo que yo digo pero no lo que yo hago" es una licencia que todos "usamos" para educar, pero también es evidente que el mensaje transmitido es mucho más que el "lo que yo digo".

Lo verbal transmite mucho, pero lo gestual, el tono de las palabras, las miradas, etc., transmiten mucha más información que puede ser opuesta al significado de las palabras.

Somos el resultado de esas transmisiones que efectúan todos los que nos rodean, y a su vez somos productores de mensajes complejos que le llegan de vuelta a todos ellos.

Mi familia me transmitió a través del lenguaje oral un montón de valores que hacen a la vida en sociedad. Pero sé que entre esas palabras, casi siempre se deslizaban otros matices que a veces no coincidían con lo expresado. También están los valores ocultos que dan por pecaminoso cosas que en realidad se disfrutan.

Recuerdo siempre algunas vivencias con mi abuelo. La gente de antes no tenía tantos títulos como los tenemos las personas de nuestra generación. Mi abuelo era una persona simple, apenas escribía el español, y no acostumbraba a leer. Creo que lo vi más veces leer en su idioma natal, que en el idioma del país donde vivió casi toda su vida. A pesar de eso, es la persona que más influyó en mi vida.

Tal vez hoy poseo títulos que él ni siquiera pudo sospechar que llegara yo a obtener, pero si lo logré fue porque él logró imprimir en mí el amor por el trabajo y el sacrificio. El amor por lograr cosas en la vida, y usarlas para sentirnos útiles como seres vivientes que somos.

Mi abuelo me enseñó que en la vida hay que saber hacer de todo. Que la división del trabajo fue una moda impuesta por unos pocos que pretendieron dominar a muchos, a través de la ignorancia de saber hacer poco. El que sabe un poco de todo es menos dependiente y domesticable que el pobre que solo sabe mucho pero de poca cosa.

También me transmitió muchas cosas respecto a lo que es la sociedad, sus aspectos virtuosos y los otros. Hoy creo que su visión, fruto de su propia experiencia en un país poco despierto como es el nuestro, fue muy acertada.

Hoy sé que soy un poco como él, o tal vez eso es lo que pretendo ser. Lo que me transmitió, sin querer tal vez, tuvo en mí a un receptor activo, que se puso a trabajar con eso que recibió.

Probablemente la transmisión de cultura entre nosotros sea comandada simplemente por la fortuna o el azahar. El que menos pretende transmitir algo, resulta ser el protagonista del mensaje más potente. Tengo esperanza que en los próximos tiempos los mejores ejemplos sean los que inciten con más potencia nuestras intenciones en la vida, y los que invierten millones para dominarnos con sus transmisiones, pierdan toda expectativa de tenernos como esclavos.

Licenciado Alejandro Giosa



Nuestra energía vital proviene del Sol, y éste la recibe de algún lugar en el centro del universo. El universo todo existe gracias a un fenómeno natural llamado transmisión de vida, cada organismo estelar tiene esa capacidad de recibir, elaborar y transmitir la energía vital que proviene del origen del cosmos.

Considerarán atrevida esta idea. Nos han entrenado desde niños a creer que el Sol es una masa incandescente en virtud de alguna fusión nuclear, igualmente que, antes que se conociera el fenómeno de la fusión nuclear, creíamos que era de carbón y que se acabaría en 500 años.

También conservamos la creencia de que las formas de vida son aquéllas que nosotros consideramos como vivas, es decir, vegetal o animal, y que no existe vida en las piedras, las estrellas o los planetas en sí-mismos. Sólo son masa inerte a pesar de no verse como inertes.

Algún día tendremos que rever todos estos criterios, pero, por ahora, consideremos como una posibilidad razonable que los astros sean receptores, transformadores y transmisores de energía telúrica.

Si así fuera, la Tierra, nuestro hogar, estaría viva. Y todo lo que hacemos en ella le afectaría y, por supuesto, reaccionaría.

Hay un antiguo escrito budista, el Risho Ankoku Ron (Tesis sobre la pacificación de la Tierra), redactado por Nichirén Daishonin en el siglo XIII, en el cual, el autor explica que todos los fenómenos desastrosos que ocurrían en ese entonces en su país (terremotos, sequías, huracanes, etc.) se debían a que el corazón de los hombres se había tornado duro e hipócrita.

Por supuesto, dirán, los antiguos eran "animistas", como si esta palabra, por sí misma, pudiera desbaratar el razonamiento de este filósofo al que muchos millones consideran un "iluminado".

Es así, los antiguos eran animistas, de la misma forma que preferían relatar el significado de la historia, antes que los datos cronológicos de la misma.

La era actual esta repleta de datos en la misma proporción en que la antigua lo está de conocimientos.

Hemos podido medirlo todo, pero no hemos llegado, aún, a la profundidad del pensamiento griego del siglo V antes de Cristo.

La paradoja es que, mientras nosotros sólo vemos TV, ellos veían la vida.

Y nadie, aún, ha podido explicar el fenómeno de la vida.

Entonces, mientras esto continúe así, permítanme decir que la vida es un fenómeno de transmisión que nos llega desde el centro del universo, que el Sol es un ser vivo, como la Tierra, Marte y las piedritas que hay en el camino.

Mientras todo la galaxia está ocupada en transmitir, nosotros lo estamos en acumular.

Transmitimos muerte.

El universo es orgánico. Tal vez no se trate de dioses, como creían los antiguos, pero sí se trata de funciones universales, es decir: organismos con una función específica.

La humanidad, como organismo, ha perdido la idea de cuál es su función específica.

Por lo tanto, no puede transmitir vida y se transforma en otro tipo de organismo, un virus planetario.

Un virus consume al organismo huésped hasta que este muere entonces el virus muere también, aunque parte de él se pueda transmitir a otro organismo.

Nosotros podremos viajar a otros planetas y fundar colonias, pero de seguro que la mayoría moriremos en éste.

Y nuestra inconciencia es tal que preferimos no mirar hacia donde está la evidencia de nuestro error. Estamos muy ocupados. Todo el día.

Demasiado ocupados como para atender a la salud de nuestro hogar.

Los antiguos, también, tenían una idea precisa sobre otro tipo de transmisión que es netamente humana: la del conocimiento. Muy poca gente lo sabe, pero casi todos los escritos relacionados con enseñanzas religiosas tales como El Nuevo Testamento o los Sutras budistas, fueron realizados muchos años después de la muerte de sus protagonistas, aprendidos de memoria por discípulos esclarecidos y volcados consecuentemente al papel. En el caso de los sutras, éstos fueron escritos más de 100 años después de la muerte de Siddarta Gautama.

Es parte de la tradición de muchas escuelas filosóficas la de la "transmisión" que hace el maestro líder a un discípulo especial, antes de morir. Pocas palabras que despiertan en ese alumno la capacidad para seguir dirigiendo la escuela, tal como su maestro la concibiera.

En nuestra época, ya no veneramos la sabiduría, preferimos defender un individualismo a ultranza donde se ha perdido todo respeto por el conocimiento, reemplazándolo por sistemas para enriquecerse rápidamente. Por supuesto: lejos de enriquecernos, la mayoría pobre es cada vez más pobre.

Ya no hay transmisión, porque nuestros jóvenes ya no quieren oír nada. La dignidad de la vida se mide en marcas de autos y vestimenta.

Sin embargo, no todo el mundo viaja en la corriente general de inconciencia. Hay personas que intentan retomar el hilo de viejos conocimientos y vitalizar su vida, celebrándola.

Cuando los imperios económicos sucumban, dejando la Tierrra desvastada, sólo nos quedará la esperanza de lo que aquellos puedan transmitirnos.

Guaynabo, Puerto Rico, Julio del 2005
exclusivo para «S.O.S. Psicólogo»
Juan Carlos Laborde



Les voy a comentar el caso de un programa de televisión que llama mi atención, respecto al tema de la transmisión de valores a las nuevas generaciones.

Se trata de un programa infantil en donde el objetivo no se acomoda, a mi parecer, como debería ser, al público que lo ve.

A esta producción que les comento le falta: la transmisión de conocimientos útiles, socialmente valorados; mensajes de amor, de paz, y canciones con enseñanzas dignas además de dibujos animados acorde al público al que se está dirigiendo.

Algunas características que tiene son las siguientes: esta dirigido para chicos más grandes que niños de 3 a 8 años como intenta la conductora que sea; tiene una organización adulta por la forma de ser de ella y no deja ninguna enseñanza buena sino actos de discriminación que luego les contaré.

Les cuento como es el programa. Se trata de una joven conductora que antes era bedet, por lo que exponía su cuerpo en forma sensual. Hoy está al frente de un programa infantil que si uno se pone a profundizarlo no es para chicos de esa edad, ya que ella sigue exponiendo su cuerpo, con ropa ajustada y sexy, con lo cual sigue seduciendo a los hombres en este caso supongo que a los padres de los destinatarios del programa.

Los temas musicales que canta no transmiten ningún saber para los pequeños. Son muy incoherentes las letras siendo a mi parecer carentes de mensaje válido.

En su programa existe un personaje que hace papeles de malo y que tiene aspecto horrible, se porta mal y asusta a los chicos con su fealdad, pero la conductora que es linda, siempre representa papeles de buena, querida por todos, que hace lo adecuado y queda siempre bien ante el público, como héroe. El otro personaje siempre es el despreciado, el malo y esa maldad es asociada a la fealdad. Digo esto porque es lo que se transmite a los chicos: lo considerado lindo es lo bueno y lo feo es malo. Me pregunto: ¿por qué le dan estos mensajes a los pequeños?

Respecto a los dibujos animados, se prefieren los violentos (esto no solo en este programa infantil), nada acorde para los niños de esa edad.

Los juegos que realizan en el programa son brutos, se empujan para ganar un premio en lugar de jugar sanamente y algo más tranquilos.

La protagonista en su vida personal no cuida su imagen, se expone sin cuidado ante todo el mundo, siendo provocativa con los hombres y no le molesta estar en topless en el verano. Las otras bedet hablan mal de ella diciendo cosas horrorosas, fuertes y ella ni se inmuta. No disimula esa clase de situaciones, no por ella sino para que los pequeños no sepan de ese ejemplo de vida. Su accionar evidencia falta de respeto y cariño por los chicos, de lo contrario no se comportaría así.

Los programas infantiles de hace un tiempo atrás, me acuerdo, que eran más puros, más acordes al alma de un niño, donde el amor por los demás florecía al empezar y terminar el programa. Nos dejaba una enseñanza y una tarea para realizar, por ejemplo que ayudáramos a mamá, que no la hiciéramos renegar, que realizáramos las tareas del colé, etc. Eran consejos que a un niño los hacia pensar, reflexionar, recapacitar de a poco. Lo que hacia era transmitir valores, enseñanza, amor por todos sin discriminación alguna, paz, conocimientos para aprender durante el programa y fuera de él. Las, canciones eran más bellas y maravillosas, dibujitos animados tiernos y muchas cosas que hoy no se ve en ninguno de ellos.

Eran programas para que lo vieran los padres, abuelos, tíos, todos porque ellos también aprendían muchas cosas y no solos sino con sus hijos. Valoraban el compartir, ayudar, cooperar con los demás, sin mirar a quién, sino al que lo necesitara.

Se puede decir que eran programas que valía la pena que lo chicos lo vieran, porque uno los podía dejar viendo y sabia que lo que iba a ver su hijo era bueno para ellos. No como los de ahora que uno tiene que estar atrás del chico para conocer de que se trata el programa y lo que le están transmitiendo a su pequeño o acaso ¿a usted no le interesa lo que transmite la TV a su hijo?

Lo que quiero decir es que la mayoría de los programas infantiles de hoy, no transmiten nada positivo para la educación o transmiten tonterías sin sentido para un pequeño de 3 a 8 años aproximadamente, como el que les conté anteriormente.

Usted como padre o futuro padre es el primero que le transmite los valores, las cosas que son buenas y malas, es decir las cosas que usted desea que sepa para su futuro y sabe bien lo que quiere que le transmitan en la escuela, por eso tiene que saber lo que ve en la TV.

Que haría usted en el caso de un programa como les conté al principio, ¿lo dejaría ver para luego hacerle ver lo correcto o incorrecto de lo que pasó en el mismo?, ¿o dejaría que lo vea y nada más? ¿O bien los prohibiría con sus buenos argumentos?

Es difícil la situación, pero todo depende de lo que le quiera transmitir a su hijo.

Lo malo que veo en esta clase de programas infantiles es las diferencias que muestran por ejemplo: lindo-bueno y feo-malo. ¿Se quiere demostrar que las personas lindas son buenas y las feas son malas? ¿La conductora tiene que lucir con ropa ajustada, con escotes pronunciados? ¿no quedaría mejor que su vestuario sea con brillantes colores, adecuado al televidente que la ve?

Usted como padre o como niño que fue (porque todos tenemos un niño adentro) ¿que le gustaría que le transmitan tanto a usted como a su pequeño?: un programa como el de la bedet que es vacío, sin sentido, y que en otros programas cuenten la clase de mujer que es y dichos comentarios puedan llegar a oídos de su hijo, o prefiere un programa infantil en donde se le transmite buenos valores y usted sabe que lo puede dejar tranquilo viéndolo. Tal vez siente que ninguno de los dos esta mal, como la gran mayoría de los padres hacen, y permiten sin custodia que el niño vea lo que quiera. Ésta decisión queda a elección de ustedes.

Prof. Carla Marnique



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