Es interesante apreciar como en nuestra creencia común y corriente de ciudadano de la gran
urbe, consideramos que en los pueblos del interior (que en Sudamérica es el noventa y ocho por ciento
de la población), las tradiciones son mantenidas en forma más fiel y con un sentimiento como no lo
es en la ciudad. Lo cierto es que la función que cumplían en un pasado, fue desplazada por
la "alfabetización" y el material impreso, que generan una "babel" de ideas hasta en los lugares
más inhóspitos del planeta.
La versión "tradicional" de las cosas, ha cambiado en todos lados. Todos en su afán de ser "modernos" logran interiorizarse de todas las novedades que se producen a escalofriante velocidad en el mundo, poniendo en tela de juicio hasta las tradiciones más arraigadas. Lo que era tradicional ya no lo es, salvo en las artesanías que se hacen con el fin de ser vendidas a los turistas, pero carentes ya de significado tanto para el artesano como para el viajante. La función originaria de transmitir noticias, doctrinas, ritos y costumbres, es menospreciada en casi todo lugar. Lo nuevo no deja lugar a lo antiguo, no porque sea mejor, sino porque los capitales monetarios lo ponen de "moda", y así como hacen estallar en furor algo, al poco tiempo lo entierran para siempre. Me llama siempre la atención que en el cine saquen de cartelera una película e inmediatamente la estrenen en video. Generalmente no me dan ni tiempo de decidirme ir al cine. La transmisión oral ya no nos sirve. Es más fácil buscarlo en internet, imprimirlo y tirar el papel en algún rincón llamado "biblioteca" que poco cuenta con libros. Muchas veces lamento no conocer ni recordar esas "fórmulas" mágicas de hierbas medicinales "de jardín" que conocía mi abuela, ni su forma característica de hacer dulce de zapallo. Eso está perdido para siempre para mí, como muchas otras cosas que mis antepasados aprendieron sin necesidad de acumular papel inservible, que nunca está cuando lo buscamos. Con esto no pretendo ser un nostálgico depresivo por las pérdidas, solo ver lo positivo de las transmisiones orales que por milenios dominó los quehaceres del mundo. También es cierto que esos predicados nos limitan en libertad: "¡las cosas hay que hacerlas así y basta!" Es cierto que nos limitaba en opciones, y eso no nos gusta mucho. Una tradición es solo un mapa con el que mirar la realidad. Y la realidad es mucho más rica que el mapa que la representa en ínfima parte. Puede ser semejante, pero seguro que está lejos de lo real. La primera tradición (y actualmente tal vez la única que mantenemos) es el lenguaje. Somos víctimas y beneficiarios del lenguaje. Nos brinda una enorme acumulación de datos recopilados a través de los años, pero también nos pone límites precisos que nunca llegamos a darnos cuenta, salvo que estudiemos otro idioma y podamos empezar a "percibir" más. Por ejemplo, si pudiéramos diferenciar más de veinte tonos de blanco, como hacen los esquimales tendríamos mas posibilidades en ese aspecto que un hablante español. Parece mentira, pero algo como el lenguaje nos limita neurológicamente. Las tradiciones también nos "dicen" que debemos apreciar y qué queda en la total oscuridad para nuestros sentidos. Acontece que empezamos a considerar los conceptos como si fueran hechos reales y así nos vamos "olvidando" de percibir. Así el único mundo que queda en nosotros es ese mundo ficticio compuesto por consideraciones que pueden acercarse más o menos a la realidad, pero que seguro no es la realidad. Empezamos a tomar las palabras como si fueran reales, y terminan siéndolo, para nuestra pobre psicología engañada. Para dar un ejemplo, podríamos decir que cuando decimos que tenemos un lápiz rojo, confundidos por la estructura de nuestra lengua creemos que rojo es una propiedad del objeto, en lugar de reconocer que es el nombre que le dimos a nuestra sensación (el reflejo de las ondas luminosas en el cuerpo y que impacta en nuestros sentidos). Entonces tener la "tradición" del lenguaje actúa como filtro que podemos llamar con más precisión "filtro social". Sumemos a éste los "filtros neurológicos" que solo nos permite percibir una parte del espectro de frecuencias que nos rodean y los "filtros individuales" que generamos en nuestra existencia y nos dan la particularidad de ser "únicos" (con síntomas característicos). Éstos tres filtros conforman nuestras limitantes. Por un lado nos provee de seguridad, para andar en un mundo conocido y seguro, pero que por otro nos oculta de la percepción muchas otras cosas, nos da menos opciones en la vida y en definitiva cuantas menos posibilidad de elegir tengamos, más infeliz seremos. Aquí entra también a jugar su rol los prejuicios. Estos actúan como limitantes, no nos dejan ver la totalidad de las posibilidades. Los prejuicios cumplen la misma función psicológica que las limitantes que describí anteriormente: nos hace enfrentar al mundo con una idea rígida y estrecha de lo que la "cosa es" para nuestro pensamiento, y como ya se describió, lejos está de tener mucho en común con la realidad (es decir, nos aleja de lo real). Para redondear un poco: tanto el lenguaje, como nuestras experiencias personales y nuestras limitantes neurológicas actúan para dar origen a muchos prejuicios, aunque también podría decirse que tener lenguaje es ya un prejuicio por sí mismo, "vamos al mundo" con una linterna que ilumina solo un estrecho paso a nuestro avance. El resto (que es mucho) queda en total oscuridad, aunque creamos ver así al mundo "real". Prejuzgamos que el mundo es solo esa pequeña porción iluminada y nada más. Nos perdemos todo el resto, y eso nos lleva casi necesariamente a cometer errores. No podemos esperar que una foto sea fiel y describa la realidad si no hay luz que la imprima. Entonces si la tradición es en sí una limitante social, el prejuicio es la consecuencia que se alimenta de esa tradición en gran medida, por lo que es una limitante combinada ya que podemos tener tanto prejuicios sociales (hacia grupos humanos, por ejemplo) como así también prejuicios individuales, generados por nuestras propias vivencias y traumas. ¿Que podemos hacer con todo esto? Como antes comenté no nos gusta saber que estamos limitados. Tal vez ésa es una consecuencia de este momento histórico que nos toca vivir. Nos gusta sacudirnos las ataduras, y exigimos libertad, ilimitada si es posible. Supongo que el destino de las tradiciones es la de ser "ajusticiada" y condenada a desaparecer. Solo parece que el pasado podrá sobrevivir solo el tiempo que perdura en el mercado un chip de computadora. Después ya es noticia vieja. Bueno sería que pudiéramos saber discriminar qué del pasado nos conviene mantener y qué no. Algunas cosas nos fortalecen y nos ayudan a hacer cosas, otras no nos permiten crecer. Los grandes científicos y descubridores saben muy bien esto. Si no hubieran roto sus limitaciones no hubieran producido cambios. Está en nosotros elegir qué limitaciones podemos y queremos extender en sus límites. Para eso tenemos que contar con el deseo de hacerlo, y con la voluntad de trabajar y de volver a aprender algo nuevo. A veces creemos estar más cómodos con lo conocido, pero eso rara vez nos da felicidad, al contrario, la vida siempre nos produce sacudidas y nos obliga a aprender cosas nuevas y a adaptarnos a nuevas circunstancias. Si estamos preparados para ello, la resolución de situaciones nos resulta rápida e indolora. Si nos resistimos al cambio, sufrimos. Sufrir es en general aferrarse a lo viejo, a lo cotidiano, a lo conocido. Muchas tradiciones, generan rivalidades y eso es sufrir. Otras nos hacen ser "sociables", y convivir amablemente. Los humanos contamos con el intelecto, que bien usado puede hacernos pasar buenos momentos. Puede hacernos salir de nuestros problemas en forma ingeniosa, y trascender las limitaciones impuestas o autoimpuestas. Darnos cuenta "teórica" de estas cosas pueden afectar nuestra conducta, y así nuestra vida toda. Exige un esfuerzo consciente, pero el resultado es mejor que tener la mente encarcelada en los barrotes rígidos de las limitantes psiconeurosociales. |
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Licenciado Alejandro Giosa
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El concepto corresponde el Dr. Claudio Pla, médico psiquiatra, especialista en trastornos de ansiedad y tratamiento de la fobia a volar. "Es una enfermedad 100% psicológica, desde el momento en que se trata de una distorsión de la realidad. El avión es el medio de transporte más seguro que existe en la actualidad después del tren, y mucho más que el automóvil". En su diálogo con Health I.G. News describió a las fobias en general como un conjunto de condiciones de grado más avanzado que el miedo, "un sentimiento universal humano que nos protege de peligros y nos invita a tomar los recaudos necesarios". Ante las fobias, el individuo cambia sus conductas para evitar objetos o situaciones: animales, elementos de la naturaleza, medios de transporte. "En este último caso aseguró el Dr. Pla, el avión conjuga claustrofobia, intolerancia a las tormentas y fobia a las alturas". El especialista comentó que la fobia a volar puede desencadenarse por varios factores, propios o ajenos. "A veces el fóbico genera el cuadro por familiares sumamente aprehensivos que destacan al vuelo como algo peligroso". Pero, en la mayoría de los casos, el paciente que consulta al profesional ha tenido malas experiencias en la altitud: turbulencias, pozos de aire, situaciones traumáticas o fuertes aterrizajes con vientos cruzados. "Estas no son condiciones suficientes y necesarias para desarrollar la fobia al avión. La persona, además, debe estar atravesando una crisis vital, sufrir mucho stress o algún duelo reciente", aclaró el Dr. Pla. "El sistema nervioso agregó es especialmente sensible a la combinatoria de stress más situación traumática". Todas las fobias especificas, como por ejemplo el miedo a volar en avión, pertenecen a los cuadros de "trastornos de ansiedad". Estos incluyen también al pánico con o sin "agorafobia". En los últimos años, este concepto se ha extendido a todas las situaciones en las que el individuo se siente impedido de pedir auxilio o teme algún imprevisto. Según el Dr. Pla "es muy común que desarrollen "agorafobia" los pacientes que han padecido cuadros de pánico porque tienen miedo que esa situación les ocurra en la calle o en el trabajo, y por ende tienden a recluirse". La fobia en si es sinónimo de "evitar". En el caso de la fobia a volar, los pacientes de sólo ver un avión ya comienzan a temblar. A veces no quieren ir al aeropuerto a despedir a un familiar. Les hace mal hasta escuchar la turbina de un avión. Ni qué decir, de volar. "Nosotros comentó Pla estamos trabajando con un modelo de tratamiento que se usa en Europa y Estados Unidos, generalmente patrocinado por líneas aéreas. Son cursos breves intensivos de cuatro días, dictados por un ex comandante de Aerolíneas, una psicóloga y yo como psiquiatra. El último día del curso, hacemos un vuelo regular a Montevideo donde se pone en práctica todo lo aprendido. El piloto enseña lo que está detrás de la trastienda del avión y despeja todas las dudas. Porque, en general, la fobia es como armar una historia mítica sobre algo que no tiene nada que ver con la realidad". El especialista aseguró que de los 400 casos ya tratados en el curso, algunos pacientes, ante un nivel de ansiedad elevado, fueron medicados con ansiolíticos y/o antidepresivos de ultima generación "con muy buenos resultados". Sin embargo, varios de los afectados, "han superado la fobia sin la ingesta de drogas". En el curso, se enseñan técnicas de relajación, visualización y respiración. "Son las tres herramientas que puede usar un paciente ansioso frente a un ataque fóbico en el avión. El control de los pensamientos, es fundamental para superar el cuadro", indicó el Dr. Pla. Según un estudio de la Universidad de Buenos Aires, el Instituto Di Tella y la socióloga Graciela Rommer el 30 por ciento de los pasajeros "vuela mal". Los síntomas de la ansiedad son bastantes comunes al pánico: taquicardia, sudoración en las manos, sensación de aleteo de mariposas en el estómago (un cosquilleo), temblores, debilidad muscular, baja en la presión arterial con sensación de desvanecimiento, ahogo o descomposturas intestinales. El grupo del doctor Pla brinda entrevistas informativas gratuitas. Se proyectan películas y se entrega variada información para que el interesado sepa de qué se trata el curso. Las vías de contacto son:
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Health I. G. News
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En el transcurso de su existencia cada sujeto atraviesa circunstancias peculiares en cuanto a
su apertura al mundo y al contacto con los demás. Muy pronto el niño puede distinguirse del otro: en
la comunidad familiar, donde se combinan afecto y sumisión; en la camaradería escolar, donde
aprende formas de control voluntario; en la adolescencia, donde toma conciencia de si mismo y el joven
se siente un ser único y diferente; en el adulto, que necesita de la sociedad para dar, recibir, y darse a
sí mismo en el encuentro con el otro; en el anciano, que brinda su sabiduría y filosofía de vida a
la generación joven. La personalidad es el acto que conjuga el Yo recibido y el Yo elegido por la
voluntad del sentido de la vida. Una personalidad madura requiere para constituirse una fina voluntad,
el compromiso reflexivo y libre del hombre que se decide a ser hombre. Esto significa hacerse
responsable de su destino.
Entre los cambios cuantitativos que implica el crecimiento notamos aumento en tamaño y estructura de los órganos internos, específicamente del cerebro. El crecimiento del cerebro otorga mayor capacidad para aprender, recordar y razonar, por lo que podemos decir que sobre este crecimiento del cerebro se asentará el crecimiento mental del sujeto en la medida que el órgano vaya madurando. La maduración es el despliegue de rasgos potencialmente presentes, resultado de la dote hereditaria. Notamos además que conjuntamente se van dando cambios de manera progresiva, ordenada y coherente hacia la meta de la madurez: hablamos del desarrollo, por el cual cada cambio depende del que le precedió e influye en el siguiente. El desarrollo físico y psíquico del cerebro depende de la maduración intrínseca de éste y de la experiencia del individuo. El crecimiento del Sistema Nervioso es muy rápido antes de nacer, y en los tres primeros meses extrauterinos, donde aumenta el tamaño de las células nerviosas. Posteriormente resta desarrollar las células inmaduras presentes ya al nacer. El cerebro completa su crecimiento hacia los diez años, y su desarrollo normal depende de las necesidades nutricionales bien satisfechas de la madre y de sus emociones no descuidadas y contenidas. La carencia vitamínica grave que acarrea desnutrición materna puede ocasionar oligofrenia, inestabilidad nerviosa, epilepsia, parálisis cerebral, trastornos neuropsiquiátricos como así también anormalidades físicas. El estado de salud general de la embarazada incide en el desarrollo cerebral del bebé: una mamá con desequilibrio endócrino o enfermedades infecciosas puede causar microcefalia, oligofrenia o trastornos motores. El consumo de drogas puede dar lugar a lesiones cerebrales por falta de oxígeno en el cerebro fetal. Además es importante el equilibrio emocional, porque si éste supera cierto umbral de intensidad y duración puede llevar a un desequilibrio endócrino con las consecuencias ya señaladas. Desde el sexto al noveno mes intrauterinos los peligros son menores porque el feto ha concluido las fases principales de su desarrollo y es menos vulnerable a lesiones. Hacia el quinto mes la actividad fetal se hace más diferenciada, pasando de actividades motoras generalizadas a movimientos espontáneos que no necesitan ser estimulados: la cabeza puede moverse con independencia del tronco y/ o extremidades. El nacimiento implica un cambio súbito y completo de situación al que el niño suele adaptarse en un par de días. Esas adaptaciones serán esenciales para una vida libre de la protección del medio intrauterino. Esta adaptación está propiciada hoy en día por el mejoramiento de las técnicas médicas que evitan anoxias (falta de oxígeno en las células cerebrales) que provocan lesión. Cuando el cuerpo fetal baja por el canal de parto hay cierta compresión del cerebro, que en condiciones normales está prevista por la naturaleza que cubre adecuadamente el tejido cerebral con un cráneo parcialmente formado. Al nacer el llanto de un niño normal es fuerte y vigoroso, a diferencia de un niño lesionado que llora de manera débil e intermitente. Es evidente la relación entre el desarrollo físico y la conducta, a saber: el desarrollo del Sistema Nervioso implica aumento de inteligencia que conlleva nuevas formas de conducta, en relación directa con lo emocional; el crecimiento muscular implica cambios en las capacidades motoras y en la fuerza, así como el tipo y número de actividades en las que disfruta; los cambios en las glándulas endócrinas también traen modificaciones en la conducta muy evidentes en adolescencia y menopausia); las modificaciones en la estructura física y la preocupación por el aspecto se evidencian en las conductas; y por último, el estado físico que depende del equilibrio homeostático, se consigue mediante la función reguladora del Sistema Nervioso Central y del Autónomo, así como del Sistema Endócrino que es responsable de la situación psíquica que acompaña las conductas. El cerebro es responsable de las funciones mentales y el cerebelo lo es del control y equilibrio posturales. El desarrollo de los tejidos corticales aumenta las posibilidades mentales, lo que implica mayor capacidad intelectual. Así como el cuerpo crece, la conducta evoluciona. El niño es un sistema de acción en crecimiento: adquiere su pensamiento por el mismo camino que adquiere su cuerpo, es decir, por el proceso de desarrollo. Antes de que la inteligencia pueda desarrollarse, cerebro y Sistema Nervioso deben estar preparados y los órganos de los sentidos deben estar maduros funcionalmente para que el sujeto pueda comprender situaciones y formas de conducta complejas. El aprendizaje es esencial para la comprensión: el niño tiene que aprender a percibir diferencias en las cosas que ve, oye, huele, gusta y toca apenas sus estructuras sensoriales y neurales se lo permitan. Su comprensión aumenta conforme lo hace su capacidad para percibir relaciones entre situaciones nuevas y las antiguas, lo que las llenarán de sentido y podrán ser integradas en un sistema de ideas interrelacionadas. El tipo de adaptación que logre el niño dependerá de su comprensión del medio que lo rodea, de la gente y de sí mismo. Las actitudes hacia los demás, hacia las cosas y hacia lo que tiene importancia en su vida dependen también de la comprensión. El mayor valor de la comprensión es que permite adaptarse a los cambios tanto personales como ambientales, sin miedos, ansiedades o resentimientos. Así, el aprendizaje es muy importante en el desarrollo de un modelo de personalidad. Las actitudes hacia uno mismo y los modos característicos de responder ante la gente y situaciones son aprendidos por repetición y por la satisfacción que aportan. Las presiones del hogar y la escuela influyen notablemente en el concepto de sí mismo. El sí mismo se constituye por el concepto que la persona tiene de su existencia individual, su concepto de quien es, que contiene la imagen física y psíquica, formadas por el prestigio a ojos de los demás. La personalidad se desarrolla entonces de manera jerárquica que adquieren distintos grados de importancia en el concepto general del Yo en el tiempo. En general el concepto positivo del sí mismo está fundamentado en conceptos positivos de autoconfianza, gran fondo de autoestima, pocos sentimientos de inadaptación, capacidad realista de civismo y poco grado de conductas compensatorias. La estabilidad del sí mismo llevará a una personalidad madura que pueda enfrentar momentos críticos de la vida de manera adaptada. La personalidad persiste de manera relativamente invariable a lo largo de toda la vida, por eso es importante para educadores y psicólogos conocer cuáles son las capacidades de modificación de esa personalidad para que el sujeto pueda resolver sus problemas. La psicoterapia se basa en que una persona mal adaptada pueda lograr buenos resultados si se le ayuda a lograr un concepto de sí mismo más favorable; y solo si el ambiente permanece favorable será probable que los cambios se vuelvan parte permanente de la personalidad. Los niños y los adultos bien adaptados gozan de armonía interna que se traduce en buenas relaciones sociales, la vida les satisface y estimula, conocen sus limitaciones y capacidades y actúa en consonancia, se respeta a sí mismo y respeta a los otros, quiere oportunidades para realizar sus posibilidades y no impide a los demás que hagan lo mismo. Solo cuando el peso emocional de los conceptos sociales ha cambiado puede haber modificación real o permanente del concepto de sí mismo. Si esto no se produce no puede cambiar la forma de conducta asociada con el concepto. No basta con cambiar el aspecto cognitivo del concepto, hay que cambiar también su aspecto afectivo. Esto puede lograrse terapéuticamente de modo relativamente sencillo en los niños, y en la medida en que se avanza en edad la tarea se hace más dificultosa, aunque no imposible. Un sujeto mayor puede cambiar su conducta si logra modificar la carga de afecto relacionada a un concepto. Siempre existe posibilidad de cambio. Natura Vs Nurtura Breuer ha dicho "La herencia da las cartas, el ambiente las juega". La vida mental, aunque en devenir, se apoya sobre estructuras biológicas extraconcientes, y sobre estructuras adquiridas preconcientes e inconcientes. Las tendencias fundamentales y necesidades aparecen en un ambiente, en un entorno social. La supervivencia de la cría humana se relaciona con su dependencia de otro humano: su madre. Es por eso que Lewin define el objeto de la Psicología como "el campo psicológico", campo de las acciones recíprocas entre organismo y medio. Debe existir en el sujeto una predisposición congénita previa para recibir los estímulos provenientes del exterior, asimilarlos y poder expandirse y desarrollarse satisfactoriamente. La carencia absoluta impide el despliegue potencial, y la sobreestimulación frustra al sujeto porque se le exige más de lo que puede brindar. La antinomia "innato- adquirido" ha centrado polémicas que se relacionan con otras antinomias: naturaleza- sociedad, herencia- aprendizaje, etc. Esto se debe a una falta de comprensión del proceso dialéctico que tiende a considerar en un primer plano la unidad e interdependencia de todos los fenómenos. El hombre pertenece a una naturaleza muy especial: "la Naturaleza Humana". Forma parte de la naturaleza y por ende comparte legados biológicos que son modificados, corregidos o reforzados por la sociedad a la que pertenece, y esa pertenencia no es casual sino que integra su ser y su personalidad. Solo llega a ser humano por la incorporación y organización de experiencias con los demás individuos, lo que implica su condición de ser social. El hombre es el único de entre los seres vivos que puede pensarse a sí mismo como objeto, utilizar el pensamiento, concebir símbolos universales, prever y planificar su acción, utilizar elementos y técnicas que modifican su propia naturaleza. Los rasgos potencialmente presentes se desarrollan hasta formar características predecibles para todos los miembros de la especie. Algunos son relativamente inmunes a las influencias ambientales, otros no solo responden a ellas sino que además aparecen en ciertas condiciones ambientales. Las funciones filogenéticas (gatear, reptar, andar) son poco susceptibles a esas influencias. El medio puede actuar frenando o controlando, pero no incide demasiado en su desarrollo. Pero en las funciones ontogenéticas (nadar, patinar, andar en bicicleta, conducir un automóvil) el adiestramiento es esencial, porque sin el desarrollo no se produce. El aprendizaje implica repetición de habilidades perceptivo- motoras y aumento de destreza de esas habilidades. Sumamos a esto el arrastre de lo aprendido de una tarea a otra, proceso llamado "transferencia del entrenamiento" y que solo el sujeto que ha comprendido las relaciones entre las tareas puede lograrlo. Ninguna tendencia hereditaria puede madurar completamente sin el adecuado apoyo del medio. Aprendizaje implica ejercicio y esfuerzo por parte del individuo, y a través de él el niño produce cambios en su estructura física y en su conducta, llegando a ser competente en el uso de sus recursos hereditarios. El aprendizaje incluye además la actividad dirigida e intencional por la que el adulto intenta amoldar la conducta del niño a patrones que llevarán al bienestar y serán aceptados por el grupo social. Rasgos individuales Hay disposiciones estables que son más resistentes a las influencias ambientales y otras inestables que se desarrollan de manera diferente según estas influencias. Entre las primeras podemos mencionar la motilidad y actividad sensorial, la vitalidad y el temperamento, que se observan ya como rasgos de personalidad en los niños y perduran (aunque puedan ser "moldeadas") como característica del hombre adulto. Entre las disposiciones inestables ubicamos a las funciones intelectuales, las dotes especiales y las tendencias espirituales. De lo antedicho podríamos inferir que las capas psíquicas más profundas son más estables frente al medio ambiente, y las superiores en cambio son mas inestables. Desde la Psicología del Desarrollo dilucidamos como desde el nacimiento cambian aspectos físicos, psíquicos, sociales y espirituales que, sin embargo nos permiten mantener continuidad en nuestra identidad. De acuerdo con Lersch las vivencias endotímicas determinan la temática de la existencia individual. Corresponde al Yo gobernar nuestra conducta orientada hacia determinada dirección por la temática de la existencia. Eso se realiza por intermedio de la voluntad, que necesita de la aprehensión intelectual para que pueda el hombre tener herramientas para conocer y dominar la realidad de lo percibido en el mundo, y ordenar los objetos y esencias de manera comprensible. La voluntad decide que se desenvuelvan o no procesos y estados endotímicos. Este autor expone claramente de que modo determinan la peculiaridad individual de un hombre los temples prolongados del sentimiento vital, del sentimiento del Yo y del sentimiento cósmico: constituyen la temática individual de su existencia y se incluye como rasgo esencial en su perfil caracterológico, al que suma el umbral y profundidad de sus vivencias, y la índole de su pensamiento y actividad voluntarias. En la medida en que consideramos a un hombre como portador maduro de responsabilidad, le exigimos una organización de la personalidad por medio de la voluntad (voluntad que no actúa como función soberana y absoluta por la que el hombre deja de ser hombre para convertirse en una máquina). El desarrollo de esta actitud interna, en gran parte adquirido por la educación, hace que el hombre sea menos susceptible de influencias que puedan intentar que cambie sus conductas. El irresoluto vacila y titubea, no decide de manera definitiva e irrevocable, por lo que el curso de su conducta es en zigzag, víctima de todos los influjos, lo cual le acarrea una ineptitud para la vida porque decide en base a reflexiones e insinuaciones exteriores. Agrega Lersch que considerada la voluntad, la segunda tarea es referirse al Temperamento, que según los caracterólogos fue clasificado en colérico y sanguíneo, melancólico y flemático, apasionado, impulsivo, equilibrado, etc., aludiendo al grado y a la forma especial de curso con que el hombre se muestra al exterior en su actividad, incluyendo el fondo endotímico del cual procede. El temperamento comprende la disposición endotímica y el tipo de voluntad que repercuten sobre la esfera de la actividad externa. Existen desplazamientos momentáneos del acento vivencial hacia el fondo endotímico y hacia la estructura superior de la personalidad, pero también pueden existir desplazamientos habituales que llegan a convertirse en peculiaridad anímica del individuo: hombres sentimentales, intelectuales, y volitivos gobernados por sus estados de ánimo o por sus instintos, que designan variaciones caracterológicas de la tectónica de la persona. Bleger clarifica aún más el concepto: las conductas como expresión de la personalidad, son organizadas de manera rutinaria, de manera tal que su recurrencia es amplia en cada individuo. Cada uno tiene su repertorio de conductas, modos, o estructuras privilegiadas de comportamiento y eso es precisamente lo que constituye la personalidad. Toda conducta en el momento en que se manifiesta es la "mejor" conducta, porque es la más ordenada y mejor organizada que el organismo puede manifestar en ese momento. La personalidad se expresa siempre en el más alto grado de integración y organización que le resulta posible en cada momento; y se incluye aquí también a la patología, porque el síntoma es también la ,mejor manera que tiene el organismo para resolver las tensiones con las que se encuentra en ese momento. De acuerdo a este criterio, Bleger postula estructuras de conducta características: paranoide, ansiosa, depresiva, ritualista, esquizoide, histérica, hipomaníaca, confusional, accesional, e hipocondríaca, que conformarían rasgos persistentes de conducta. El término "persistencia" significa que ciertos rasgos duran y aparecen constantemente a lo largo de toda la vida: no significa que no ocurra ningún cambio, sino que hay una tendencia a que ciertos rasgos permanezcan invariables o relativamente invariables, incluso cuando ha operado la educación y la presión social. Allport señala que "es importante el hecho de que la personalidad tenga una persistencia relativa y la unicidad de su organización". Las experiencias de la vida y los aprendizajes a los que nos sometemos voluntariamente o por influencias van enriqueciéndonos, van cambiándonos. Nos permiten madurar nuestros rasgos personales constitutivos de nuestra esencia, y aprendemos a hacer uso de ellos en las situaciones que se nos presenten. Pero si bien ciertas experiencias cambian ciertos rasgos de personalidad, cada personalidad conserva una estabilidad central, un núcleo, que no cambia. El centro de gravedad conduce a que la personalidad sea estable en la medida en que persiste un equilibrio de rasgos dentro del modelo personal. La personalidad se vuelve menos flexible al crecer el individuo, por el mayor o más fijo núcleo de hábitos y actitudes, y cualquier cambio requerirá esfuerzo para no trastornar su equilibrio. Hacia los treinta años de edad la personalidad está ya lo suficientemente armada como para poseer cierta estabilidad predecible. El Yo maduro se reconoce a sí mismo, no se enmascara con un falso self sino que se anima a mostrarse tal cual es y siente. Pero para llegar a esta instancia el sujeto maduro debe haber pasado sin problemas relevantes por las etapas previas. Quien logra una personalidad madura y confía en sí mismo, ante situaciones límites no se desborda sino que actúa de modo predecible y adaptado. En relación a este planteo, Erikson opina que la utopía de la genitalidad debería incluir en un sujeto maduro, con cierta estabilidad de personalidad: "mutualidad de orgasmo, con un compañero amado, del otro sexo, con quien uno puede y quiere compartir una confianza mutua, con quien uno puede y quiere regular los ciclos de trabajo, procreación y recreación a fin de asegurar también a la descendencia todas las etapas para un desarrollo satisfactorio". |
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Profesora Liliana A. Villagra
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