El mundo es definitivamente plural. Busquemos de vivir los unos con los otros de construir una sociedad juntos. La diversidad cultural recubre las diferencias sociales y las ilegalidades en todo sentido.

Cada uno resiente la pluralidad del mundo que nos rodea. El mestizaje es tal que impregna el cotidiano y se vuelve difícil ver al otro como estando diferente de nosotros.

El «choque del encuentro» puede parecer doloroso, dar miedo y engendrar violencia.

La tentación es grande de erigir muros de reorganizar las fronteras y de vivir entre nosotros repusando al otro.

Para que la apertura sea posible, hay que avanzar y hacer el duelo de lo imaginario de los orígenes diferentes.

Desde éste punto emerge la necesidad del diálogo.

Doctora E. Graciela Pioton-Cimetti



¿Cómo y con quién vivir juntos? Si desde ya no es tan simple vivir solo…

¿Es posible vivir juntos? Personalmente podría soportar el vivir con otro si lo amo pero imposible hacerlo con un caracterial con quien la vida es una situación permanente de toma de poder incluso para hacer el amor.

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Dulzura y tolerancia son las únicas condiciones imprescindibles para compartir. ¡Hasta haciendo la guerra podemos ser elegantes!

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En una ocasión hablando con calma de política con mi marido nuestras concepciones eran tan opuestas que él dejó de escucharme y con todo afecto le lancé una cacerola de agua. Inmediatamente dejó de ser sordo y nos comprendimos y aceptamos nuestras diferencias (era invierno pero había calefacción).

Un cambio de ideas fue sobre la posibilidad de vivir juntos en lo social (el tema de hoy) y yo como sociólogo afirmé que la coexistencia racial es más fácil que la religiosa dado que en las divisiones y guerras de la historia la motivación que se manifiesta es el dominio territorial de una religión sobre la ó las otras.

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Lutero fue una excusa para las guerras de religión entre católicas y protestantes. Además el Anglicanismo se parece tanto al Catolicismo que nos diferenciamos solamente en el concepto de la transustanciación de la Ostia. Para el Catolicismo es la carne real de Cristo para el Anglicanismo es la presencia espiritual y simbólica de Cristo.

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Y pasó a otra cosa dado que sobre el tema: Religiones comparadas entramos en el capítulo de la beligerancia sin concesiones, luego no es conveniente ante tal dificultad de convivir.

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Interesante de contar la parábola de Freud en sus obras completas sobre los puercoespines, los cuales vivían lejos y sentían frío, entonces se acercaron pero tanto que se hacían mal porque se pinchaban. La conclusión era saber convivir a la "buena distancia".

La buena distancia es para nosotros analistas en un concepto básico de trabajo.

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Ahora deseo hablar de lo que para mí fue vivir juntos:

En el tiempo mis cuatro hijos estaban en casa así como mis padres y mis tíos.

En esa época teníamos un acuario y cada uno de nosotros (mis hijos y yo) teníamos un pececito preferido.

Navidad se festejaba sistemáticamente en casa para mi gran placer. Yo hacía también el pesebre y lo esperaba a Papa Noel y le ponía pasto a los camellos.

Después de esas veladas maravillosas, cuando los niños ya estaban en la cama y fatigada de placer me quedaba sola frente al acuario en un silencio sublime, bendito de Dios a mirar mi efímero pececito rojo. Como él frágil y bello el espectáculo de aquellas noches compartidas con amor son para mi la única experiencia de "vivir juntos".

Actualmente todos partieron en la vida ó en el cielo.

Puedo decir que en esa época yo ame vivir juntos, conviviendo, compartiendo creyendo que el estado de Gracia podía ser durable y hasta eterno…

Hoy día creo que convivir me es posible pero de manera puntual y transitoria.

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¡Como tuve que crecer y seguir haciéndolo para comprender que nunca estamos solos! Dios está con nosotros y también mi maestro interior que yo ignoraba que existía en mi y que se desarrolla hoy por el trabajo cotidiano sobre mi misma sintiéndome responsable del llamado permanente que nos es dado a todos los que deseamos aceptar una vida verdadera de paz interior.

Una de mis oraciones nocturnas que me fue dado en un curso de teología dice y resuena en mi:
"Ahora Maestro Divino, puedes dejar tu servidor partir
en paz según tu palabra
porque mis ojos han visto la luz
que iluminas por la paz del mundo."

Hecho en Paris el 30 de mayo del 2017
No estoy sola porque no puedo convivir sino porque me he vuelto selectiva.
Ya tendía la oportunidad de convivir si Dios considerará de enviarme un ángel encarnado.
¿Por qué no?
Doctora E. Graciela Pioton-Cimetti



Cuando por causas de fuerza mayor trajimos a vivir a Mora con nosotros, no sabíamos que nuestras vidas iban a cambiar en forma tan contundente.

Resulta que en unos de nuestros viajes al campo y después de estar un buen tiempo, nos acostumbramos a alimentar a los pobres desamparados de la zona. Eran cerca de diez por momentos, pero siempre que aparecía uno nuevo, otro dejaba de venir, así que más o menos el número se mantenía.

Cocinábamos todo lo que se podía, algún arroz con pollo o con carne o tal vez algún caldo de harina de maíz. El tema es que siempre salían todos satisfechos.

Cabe mencionar que muchos se quedaban a dormir dentro de nuestra casa para lo que tuvimos que realizar algunos cambios, como despejar lugares, conseguir colchones, platos, vasijas, etc. para poder dar cobijo a todos o mejor dicho a algunos de ellos para no exagerar. El resto volvía a sus precarias casas y solo venían a comer.

Nos acostumbramos mucho a todos y cada uno tenía un nombre puesto por nosotros, porque así nos asegurábamos de recordarlos de acuerdo a algún peculiar detalle de su contextura física o bien característica de su carácter.

La convivencia por momentos era muy placentera pero también estaban aquellos en que las disputas entre unos y otros tornaban el ambiente un tanto violento y desagradable. Pero básicamente la felicidad predominaba y salvo la mala costumbre de madrugar de algunos que hacían que tuviéramos que levantarnos temprano, el resto del tiempo estábamos felices de estar juntos. Todos sin excepción siempre fueron muy agradecidos con nosotros y eso nos daba muchas fuerzas para seguir adelante porque notábamos que ese agradecimiento partía de un verdadero amor.

El tema con Mora se dio un día en que vinieron a comer sus hijos y su marido, pero no vino ella.

Esperamos hasta la tarde para saber si aparecía, pero no lo hizo. Entonces decidimos ir a buscarla. Sabíamos que solía estar en una calle cercana de una zona de quintas en las que le gustaba descansar con sus hijos, entonces fuimos y allí la encontramos. Estaba acostada en el piso y no se veía muy bien. Estaba llorosa y muy decaída. Entonces sin mediar palabra la llevamos de urgencia al dispensario mas cercano donde nos informaron que estaba gravemente enferma con pocas posibilidades de recuperación.

El problema es que en pocos días más tendríamos que volver a la ciudad y no podíamos dejar a Mora sin cuidados con ese pronóstico tan desalentador.

Mientras tanto se negaba a comer, no tenía apetito y no quería ni siquiera tomar agua.

Le dábamos de comer casi a la fuerza porque si no comía, la llama de su vida se apagaría mucho más rápidamente.

Llegado el día de la partida no dudamos en viajar con ella a la ciudad.

Nos despedimos con mucha angustia de todos los pobres desamparados que quedarían temporalmente a merced de su propia suerte y partimos en un viaje largo y tal vez angustiante por llevar con nosotros a un ser casi desconocido y encima gravemente enfermo.

Ya en la ciudad ubicamos a Mora en un lugar cómodo y comenzamos la ardua labor de procurarle comida de la forma que sea. Licuábamos todo y se lo hacíamos tragar a la fuerza. No mezquinamos métodos para que coma y nunca la dejábamos sin comer. También seguíamos el tratamiento médico con rigurosidad total.

Al fin, al cabo de tres meses y habiendo perdido muchos quilos al punto de ser casi un esqueleto, empezó a entusiasmarse con la comida. Le cocinábamos especialmente cosas tan ricas que eran dignas de un rey. No presentaba secuelas de la enfermedad, lo que realmente era algo milagroso, dicho por los médicos mismos.

Así empezó su rápida recuperación y no tardó en llegar al poco tiempo a ser una compañera irremplazable en nuestras vidas ya que la adoptamos casi como si fuera una hija.

Pasó poco tiempo para que durmiera en nuestra habitación y nos acompañaba a todos lados como una verdadera integrante de la familia.

Vivir juntos es una de las experiencias más reconfortantes que me tocó vivir en esta vida ya que haberla salvado de semejante enfermedad en principio y compartir con Mora mi vida, es para mí el logro propio de una relación signada ante todo por el amor, ya que el amor es creador, el amor une la materia física y orienta las emociones hacia zonas de veredero poder espiritual.

Y Mora como todo buen perro, me recompensa día a día por todo lo luchado y por todo el amor intercambiado en forma incondicional. Y cuando volvemos periódicamente al campo nos encontramos con el resto de los pobres desamparados y juntos juegan en el parque y nos hacen muy felices de verlos disfrutar sin límites el placer de estar sanos y contentos de compartir con nosotros sus vidas.

Licenciado Alejandro Giosa



Pareciera que la varita mágica nos va a ascender a todos, o que estamos en un estado tal, parecido al asombro, que podemos salirnos de esta dimensión en cualquier momento; el cartel en el camino parece decirnos: Solo camina y llegarás, pero no está tan claro, no se trata sólo de caminar…

Esperamos ayuda del cielo siempre, ya en la forma de un Mesías o de un espíritu galáctico lo nuestro es esperar lo mágico o que los otros cambien.

Pero el caminante no es el mismo al iniciar el camino que al llegar. Se supone que haya una transformación, pues, después de todo, de eso se trata la vida en la galaxia: medrar, crecer, expandirse mutando.

Pero el caminante, no esta caminando. Se niega a leer las historias del camino, se niega a escuchar a los bardos que cantan sobre el camino, se niega a cambiar.

Se dice a sí mismo: si cambio, ya no seré Yo con todos los atributos de Yo mi dios verdadero: Yo.

(Dejadme deciros que Jehová no es más que la expresión mítica del yo terrestre más conservador y egótico)

Mientras el espíritu es la verdadera esencia del cambio, el motor de las estrellas viajando a velocidades escalofriantes.

Y el caminante sigue quieto, sentado sobre su segura roca, elevando oraciones a su yo estático.

De pronto descubre a los otros y los otros le molestan, lo confrontan quieren ser igual que él.

(Recordad que después de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, Jehová resiente que tratáramos de comer del árbol de la vida y nos convirtiéramos en dioses)

Se trata, entonces, de evitar que los demás se conviertan en dioses. Y un diluvio, una purga que mate «a los demás» sería algo muy grato a los ojos del Yo, que no soporta confrontaciones.

Pues el Yo es el dueño de la ira…

(Leed y sabrás como se refieren a él como vengador, dios de los ejércitos)

Y la ira se expresa en variantes como la perversidad, el creerse superior a los demás, la envidia, creer que merecemos lo que los demás no (por ejemplo tener acceso a más ganancias).

Y como el yo no acepta confrontaciones que pongan en duda su superioridad, reacciona con ira, ataca, agrede, grita.

Es el argumento salpicado siempre de menosprecio e insultos.

Es el recurso del que alza la voz en medio de la conversación para que no se oiga la voz de los demás.

(Y les pedirá Fe para justificar su falta de raciocinio)

El caminante debiera entonces evaluar cómo controla su ira.

La ira no se reprime es energía de vida.

La energía que lo alimentará en el viaje.

Pero, antes, debe transformarse en valor.

Guaynabo, Puerto Rico, mayo del 2017
exclusivo para «S.O.S. Psicólogo»
Juan Carlos Laborde



Vivimos aceleradamente. La urgencia y la rapidez gobiernan nuestro obrar e imponen pesadas exigencias externas a las que se suman nuestras propias sobre-exigencias. Además de alejarnos de un modo de vivir natural y armónico, lesionan nuestra calidad de vida, desde la salud física hasta los vínculos afectivos.

La mayor ansiedad se manifiesta en la necesidad de evasión: huimos de mil maneras de nosotros mismos, de nuestra propia realidad. Es muy significativo el alto consumo de estimulantes como el alcohol, el tabaco, los fármacos, las drogas no legales y otras sustancias tóxicas. A través de estos estímulos artificiales se busca modificar un estado real creyendo acceder a un «mejor» estado pero irreal. ¿Es necesario buscar el placer a través de estimulantes?

Vivimos en el `mundo del hacer': el hacer da rédito frente a la sociedad pero nadie es reconocido por su capacidad de contemplación, por apreciar lo infinitamente pequeño, por saborear con nuestros sentidos la abundancia de la vida.

La salud radica en recuperar la integridad de nuestro ser. Hoy nuestra forma de equilibrarnos es volver a encontrarnos con nuestro ser íntimo, poder escucharnos y ser conscientes de lo que nuestro cuerpo y nuestro espíritu necesitan.

Nuestra civilización tiende a considerar `tiempo productivo' sólo al invertido en generar dinero. Este fuerte condicionamiento ha hecho de muchos de nosotros seres incapaces de saber disfrutar de los diferentes aspectos de la vida.

La forma de trabajar, la forma de relacionarnos, todo se vive sin tiempo y con urgencia.

Cuando las personas viven y trabajan a niveles y frecuencias superiores a los que deberían funcionar, se produce un gran desgaste energético que luego se manifiesta en diversos trastornos: insomnio, fatiga crónica, ataque de pánico, desórdenes digestivos, problemas circulatorios y cardiovasculares, alergias diversas, alteraciones del sistema nervioso en general, y todo ello con la pesada carga emocional que cada dolencia conlleva.

La exigencia que sobrepasa nuestros límites naturales, lejos de promover el crecimiento termina provocando bloqueos tanto físicos como emocionales.

Nuestros estados anímicos están relacionados básicamente con nuestra manera de vivir, de pensar, de sentir y con cada una de las actividades que realizamos en nuestra vida cotidiana.

Hemos desarrollado una mente productiva y mercantilista: se vive pensando, especulando en relación a las tareas a realizar, el dinero que se necesita, en cómo tener éxito, en cómo saber o conseguir más, se vive permanentemente en el más y más.

Resistimos la vida con sus procesos naturales y no confiamos en sus tiempos, en sus ciclos. La desesperanza, la sensación permanente de miedo nos llevan a pensar incesantemente. El pensamiento se torna mecánico y reiterativo. Cuánto más temeroso e inseguro se siente alguien, más cavila. Este exceso y el estar tan centrado en lo que a uno le sucede retroalimenta un circuito cerrado que estresa y enferma.

Vivimos desequilibrados en nuestras potencialidades racionales y sensitivas. El estrés es producto de una sobrecarga, de un exceso; y cuando hay exceso en un aspecto de nuestra vida, ineludiblemente, hay carencia en otros.

Quizás, lo que más se ha perdido en nuestra cultura es la cualidad sensitiva y sensible, la que nos impulsa a vivir y a respetar nuestra propia interioridad y la de los otros.

Casi todos los problemas de la vida actual son tratados superficialmente; las formas de pensar de las mayorías son las que se imponen: hay una gran uniformidad, una hegemonía que impide respuestas auténticamente personales y creativas.

No resulta raro que la vida de los niños se parezca cada vez más a la de los adultos: sobrecargados con tareas, exigencias y evaluaciones severas e inútiles, con poco tiempo para perder y jugar por el mero placer de jugar, sin la presión de ganar, de tener que «ser el mejor» o «el número uno». Por otro lado, los adultos hacen talleres de recreación, de creatividad para recuperar esa imprescindible capacidad de juego tan tempranamente sofocada.

La mala alimentación es una de las causas principales de varias enfermedades en el mundo occidental; entre ellas, las de inmunodeficiencia, y no precisamente por subalimentación sino por sobrealimentación.

Si hay paz interior, hay paz en el mundo. Sólo en la serenidad, en la paz con uno mismo advienen la alegría, la salud y la libertad y con esos ingredientes podemos aprender a vivir mejor.

Prof. Carla Manrique



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