El riesgo

Se trata de una emoción arcaica, primitiva, animal, que ocupa un lugar importante en nuestra vida.

Se trata de un miedo que dinamiza todas nuestras fuerzas frente a un enemigo, externo ó interno, reconocido como tal. Un sentimiento de tener la garganta oprimida, cuando se piensa el sufrimiento fisico ó moral, del cual nada nos preserva.

Si queremos estudiar el mecanismo de las emociones que movilizan el alma y la materia es en el miedo que se observa el riesgo aumentado hasta convertirse en reconocible: la garganta se cierra, el corazón se acelera, la sangre deserta las meijillas.

El riesgo aparece lo más frecuentemente como el derecho de hacer lo que nos gusta, de seguir los caprichos, de actuar segùn nuestra fantasia. Visto así, parece que fuera deseable, pero el problema no es tan simple.

A reflexionar

Hecho en Paris, el 27 de julio del 2014
El verano se pierde en un mal tiempo indefinible
ante el riesgo de no morir sin haberse manifestado.
Doctora E. Graciela Pioton-Cimetti



El riesgo está presente en todas las situaciones, es inevitable. No podemos garantir el éxito de un acto, incluso si hemos tomado precauciones.

No se porqué tengo miedo de ver la movilización de mis fuerzas para osar pedir una caricia como si el gesto fuera peligroso pero se me estrecha la garganta y el sufrimiento psíquico aparece cuando piense en el fracaso de una relación de amor.

Lo contrario de arriesgar es encerrarme en mi misma con una tal precaución que moviliza los mecanismos de defensa los más primitivos.

Todo se vuelve peligroso cuando los sufrimientos de nuestra vida están ligados a historias de amor catastróficas.

¡Nunca pedí un caricia ni a mi madre, ni a mi padre, ni a mis abuelos!

Atravesé sola el desierto sin pedir ayuda pero de todas maneras el riesgo se manifestaba frente a mí, exigiendo una aproximación voluntaria de contacto con el otro.

¿Cual fue el resultado del contacto con el otro? Antes que nada el fracaso exigió de mí el exilio, un cambio de país. Escapar al riesgo de seguir cayendo en las desilusiones. Podemos perdonar pero no olvidar y el riesgo es de ser devorado por la falta, por el sufrimiento de no haber hecho el acto liberador, y necesario para vencer el miedo esencial.

Pedir una caricia. Eso es tal vez lo que más me costó y me cuesta. Este riesgo debo cuestionarlo.

Se necesita hacer más confianza al otro para pedirle una caricia que para hacer el amor. En la caricia se expresa la totalidad del ser desnudo y enriquecido por el afecto.

¿Tal vez trata de vencer el pudor?

No, se trata de tener coraje.

El riesgo de pedir una caricia está tanto en la negación como en la aceptación: riesgo de volverse esclavo y sumiso al otro, ò salvaje y cerrado.

***

El 17 de mayo hicieron 36 años que vivo en Francia.

Era demasiado joven para aceptar la existencia de los riesgos que la decisión podría engendrar, además creía tener razones para partir y más que eso razones para no volver a mi país. En esa época la palabra riesgo no me decía nada ni siguiera hubiera sido capaz de declinarla, ò darle sentido.

Hoy comprendo que mi coraje fue desmesurado. No imaginé que podría perder mis seres queridos. Creer en la inmortalidad ha sido y sigue siendo mi gran tentación. El hombre es mortal pero como diré Spinoza ¡Es eterno! ¡Que confusión la mía!

Quería recrear un mundo a partir de mi misma.

No había conocido el fracaso, mis hijos eran magníficos y sus caminos claros y bien programados.

Quise construir un mundo ideal en otro lugar, establecerme, integrarme a una nueva cultura. No había riesgos en el programa y como papá había partido yo era sin duda el jefe de la familia.

Muy pronto comencé a ejercer mi profesión y el riesgo material no era más posible "salvo accidente".

Increíble pero verdadero: nunca sentí el riesgo de fracasar profesionalmente. Allí no me pongo a pedir una caricia y solo debo ser y estar en situación y eficazmente.

Nosotros nunca utilizamos la frase: "salvo inconveniente". Cuando digo nosotros me refiero a mis hijos y a mi…

Se trata de una realidad apacible pero de una gran fuerza bruta no trabajada por la conciencia.

El riesgo se presentó como una cachetada para despertarme de mi inconsciencia: el riesgo de perder los seres queridos. Creí que habiéndose ido mi padre la experiencia estaba terminada.

En el año 90, mi hijo mayor falleció de muerte súbita.

En el horror del duelo a hacer pude ver como estábamos ligados y como su perdida no podría expresarse con palabras sino con un profundo silencio. Yo no estaba segura de querer sobrevivirle. De todas maneras su partida abrió la puerta a un trabajo psíquico de preparación a mi propia muerte.

Como todo ser humano en camino hacia la conciencia estuve tentada de matar la muerte con el silencio.

Nunca decía que él había partido.

En nuestro inconsciente todos estamos seguros de nuestra inmortalidad.

No podemos desarraigar de nuestro inconsciente ese fantasma narcisista de omnipotencia, el cual es también una fuerza profunda en la dinámica del desarrollo.

La observación me llevo a concluir que la reflexión sobre lo humano me conducía a interrogarme sobre lo divino.

El riesgo de su muerte era inimaginable para mi pero sobretodo anacrónico y perturbador para mi narcisismo parental.

Fue entonces que el riesgo se manifestó: como un duelo imposible y además por un cuestionamiento sobre mi culpabilidad inconsciente.

Pero como toda pérdida debe ser reconocida y aceptada yo estoy haciendo lo que puedo.

Por otra parte el riesgo del alejamiento de mis hijos ha sido y es inimaginable y por otra parte es cierto por constatación directa que como decía Lacan "Sus ausencias marcan sus presencias".

Él lo decía en singular pero yo lo digo en plural porque tengo cuatro hijos en distancias diferentes, distancias solo físicas porque ellos están en mí y yo en ellos aunque no se den cuenta…

El riesgo de la duración de la distancia también es inimaginable porque pensar al otro anula la distancia.

El riesgo de separaciones para siempre es vivido para mí como un absurdo.

Pero cada uno tiene su historia…

El tema fundamental de mi vida es la familia y ese debería ser el tema fundamental a tratar por todas las madres que han hecho lo mejor posible para dar sentido y camino de vida a sus hijos.

Un análisis por observación directa de diferentes casos muestra que es rarísimo encontrar y trabajar en terapia con madres que han abandonado a sus hijos.

Detrás de la partida inevitable pude constatar que la separación de los hijos era parte de un divorcio catastrófico.

Se trata de mujeres que abandonan la tentación de continuar obedeciendo sin reflexionar y en un silencio cómplice con el verdugo. Sumisión hasta la destrucción accidental o el suicidio.

Las madres no abandonan a sus hijos, pero se privan momentamente de ellos para luego recuperarlos de otra manera habiendo sobrevivido al infierno del conjugue sádico.

Actitud que puede producir transformaciones que se revelan factores de crecimiento para ellas y sus hijos.

Estaba hablando con Nancy durante la escritura de mi artículo en francés y le conté el tema traduciéndoselo porque vive en Argentina. Con ella compartimos experiencias de vida sinceramente y somos madres.

Es verdad que todas mi comunicaciones son lo más personales posibles dado que el sentido de los artículos de SOS Psicólogo no es de hacer presentaciones magistrales ni vulgarizaciones sino de aportar lo que podemos más habiéndolo experimentado en nuestra propia vida.

Queremos compartir a partir de lo vivido.

¿Cuál es el riesgo si nos sacamos el velo protector?

Perder nuestra imagen de nosotros, la que forjamos a través de nuestra vida, sea ella buena o mala.

El riesgo para mi es de morirme sin haber dicho, sin transmitir lo que aprendí y que puede ser útil para los otros frente a cuestionamientos semejantes.

Venimos a la tierra, encarnamos para servir, cada uno según su grado de consciencia.

Para dar testimonio hay que ser modelo. Hagamos lo mejor posible aceptando el riesgo de nuestra comunicación imperfecta.

Traigo mi granito de arena. Espero sea útil.

Hecho en Paris, el 11 de agosto del 2014.
El cielo esta azul pero hay riesgo de tormentas.
Este año el tiempo se parece a nosotros: inestable y caprichoso…
Doctora E. Graciela Pioton-Cimetti



Lo único permanente en nuestras vidas, es el cambio y también los riesgos. Todo es riesgo, todo es novedad, todo es sorpresa. Nada es seguridad, nadie tiene nada asegurado. Para bien o para mal. Algunas veces esto ayuda, otras nos condena. Así es la vida, nos guste o no.

Si desde un mundo perfecto, lleno de amor y paz, felicidad, armonía y belleza, viéramos un mundo tan aventurero como el nuestro, creo que tal vez muchos candidatos se atreverían a «bajar» a la tierra para experimentar la gran aventura de encontrarse con la total incertidumbre de un mundo sorpresivo, y riesgoso…

Lo cierto es que se podría conjeturar que somos espíritu. Se podría suponer que si así somos, venimos de un mundo no material, y eso nos permitiría hipotetizar que más perfecto que éste mundo físico. También podríamos suponer que en ese estado de «armonía» podría ser de gran aprendizaje, para poder apreciar ese gran estado de ser, experimentar un poco de discordia y aventura.

Desde ya es todo una mirada fantasiosa, explicando cosas que no sabemos.

De lo que sí puedo hablar es de personas que pudiendo vivir tranquilamente con todas sus necesidades satisfechas, se inician en estudios, emprenden empresas nuevas, se arriesgan por el placer de experimentar cosas nuevas, sufren por ayudar a otros, o bien se dedican a destruir, y viven vidas alejadas de la tranquilidad, con la idea de experimentar cosas diferentes a las vividas.

Parece que después de todo, la anterior hipótesis no es tan diferente a la vida que emprendemos la mayoría de los humanos.

Se podría decir para hacer una conjunción de las anteriores posturas, que al espíritu humano le gusta el riesgo. O bien que a los humanos nos gusta el riesgo.

Si el hombre no se hubiera arriesgado, todavía sería un animal con cuatro patas apoyadas al piso. Se requirió de una vida arriesgada, erguirse y caminar en dos. De ahí en adelante todo fue riesgoso y esos riesgos muchas veces terminan con la vida. Pero aún así todas las experiencias son heredadas por otros humanos, que siempre perfeccionan a nuestros antecesores. Somos una masa de seres que crean experiencias y la transmiten a otros en forma permanente y sin pausa.

Todavía me pregunto porqué somos así. Los animales viven vidas más simples y tranquilas y toman riesgos siempre que sea necesario, para comer o reproducirse, pero no como el humano que toma riesgos solo por placer o por ideales o por costumbre.

Un gran tema inexplicable, que tal vez de dilucidarlo, lograríamos entender un poco más de nuestro destino y misión en la vida. Un interrogante más para pensar, de los muchos que ya tenemos y seguimos sumando en esta empresa de saber que somos y hacia dónde vamos…

¿Maravillosa incógnita para decodificar no?

Licenciado Alejandro Giosa



El cine y las novelas nos ha echado a perder: todas aspiramos a ese encantador final donde él y ella finalmente reconocen sus sentimientos y, con un impresionante atardecer de fondo y la música apropiada, se besan como símbolo de la vida en común que están a punto de iniciar. El problema es que la vida no es como en el cine y las novelas.

Las relaciones humanas son mucho más complicadas y, aunque siempre serán lo más disfrutable del universo, necesitan de trabajo constante. El problema es cuando el principio y los primeros días o meses juntos son tan impresionantes que pierdes la cabeza.

Perder la cabeza significa que es muy posible que termines llorando, preguntándote qué pudo haber pasado para que él estallara. El secreto, por supuesto, consiste en mantener el corazón cálido pero la cabeza fría. Es posible enamorase sin perder la cabeza, así que para el bienestar de tu vida romántica y, sobre todo, de tu propio corazón, siempre recuerda esta frase básica: enamorarse no es lo mismo que amar. Enamorarse es fácil. Conoces a un chico y sientes que te atrae; empiezas a tratarlo y te sientes en las nubes. Después de todo, estás saliendo con un chico atractivo, encantador y perfecto que comparte contigo su auto, te lleva flores todos los días, regalos, te dice frases de amor es súper cariñoso.

Entonces, un día descubres que no es tan perfecto como lo veías. Quizá tiene principios de una trágica calvicie temprana, no es tan pendiente como antes de vos, no le gusta salir a lugares que a vos te divierte. Aquí es donde entra la gran pregunta: ahora que conoces sus defectos, ¿estás dispuesta a vivir con ellos? Es decir: ¿sus virtudes superan esas fallas al grado que podrías tolerarlas?

Por eso el amor, el verdadero amor del que tanto hablan en los cuentos, no surge en un instante o de un día para otro. El amor sólo surge con el tiempo, con tu capacidad de aceptar los defectos del otro y, claro, con su capacidad para aceptar los tuyos. Muchas hasta creen que puede confundirse con el temor a estar sola. Si llega el momento en que sabes que tu mundo no se cae sin él, pero preferirías seguir a su lado, estás descubriendo al amor.

El problema es que el enamoramiento, ese inicio potencial del amor, es tan hermoso que corres el riesgo de perder la cabeza. Lo peor es lo implícito en ese riesgo: que él haga de ti lo que quiera, que soportes humillaciones y malos tratos "porque al fin y al cabo, él te ama y cambiará por ti".

Para amar con la cabeza fría, recuerda que la persona más valiosa de tu mundo eres Tú misma. Con pareja, sin pareja, con auto o sin él, con o sin kilos de más… Tú eres la persona más importante que jamás conocerás. Cualquier persona que no te brinde el respeto que tú te das, sea quien sea, no te conviene. Si te colocas a ti misma ese nivel de importancia, vas por buen camino.

El segundo paso se basa en la psicología masculina. Desde que la humanidad surgió en este contaminado planeta, a los hombres les enseñaron que debían salir a cazar y proveer a sus seres queridos, féminas incluidas. Por eso, los hombres sienten la necesidad de cazar y aman los retos. Para conservar tu cabeza en tus hombros, conviértete en un reto para él. Esto no significa que tengas que ser grosera y no contestarle cuando te llame o te busque, dejarlo plantado ni monadas por el estilo.

Más bien, significa que él nunca debe sentir que te tiene segura (encerrada en tu casita y sin amigos hombres, por supuesto). En el momento en que lo haga, buscará su siguiente reto. Por eso, si el chico en cuestión queda en salir contigo y te deja plantada en lugar de llorar en el rincón, actúa con inteligencia. Para empezar, analízalo con frialdad y decide si quieres a tu lado a un informal. Si decides que sí vale la pena darle otro chance, nunca discutas enojada. Por supuesto que tienes todo el derecho de enfadarte, pero deja que tu cabeza y no tu estómago elija tus palabras. Es posible enamorarse con la cabeza fría y, con el tiempo, amar de la misma manera. Recuerda que el principal amor que debes sentir es hacia ti misma. Si actúas creyéndolo y aprendes a decir "no" a aquello que te haga sentir inferior, tienes grandes posibilidades de ser feliz.

Si has hecho alguna de estas cosas, ¡mucho ojo porque podrías estar perdiendo la cabeza! Y además corriendo el riesgo de dañarte a ti misma

• Has dejado de salir con tus amigas porque él te lo pidió y ya no le hablas a tus amigos porque a él no le gustan,

• No ves a tu familia ni sales con ella con tal de esperarlo,

• No te habla por días sin darte explicación alguna,

• Te deja plantada sin un buen motivo,

• Siempre tiene pretextos,

• Estás dejando de hacer tu propia vida y seguir tus propios intereses por seguir los suyos,

• Sientes que, si por algún motivo él saliera de tu vida, la tuya ya no tendría razón de ser.

Prof. Carla Manrique



En un rincón de mi guarida se cuelga la angustia de no conocer mi existencia, que hoy se me hace lejana. Debes comprender que tan solo oigo este silencio, grita por dejar de ser, el reflejo de mi mente.

Dices que no me arriesgo a contártelo todo porque tengo miedo. Sin embargo siempre lo intento, y no es falta de deseo ni exceso de llanto, es enfrentar mi vida y mi pasado.

No me digas ahora, que no te rindes ante la malicia que contiene la angustia cuando te reclama, que te impide conocer la realidad más cercana.

Si pudiera alejar la desesperación se disiparían mis dudas, callaría mi grito y no me ahogaría dentro de mis vallas.

"El Grito"
de Edvard Munch
  
Nada es lo que parece; el incierto me agobia, la luz encandila, las sombras se agrandan mientras te estoy suplicando que cuides, que no se abran las puertas del infierno en las noches, y que agonicen las voces, que inundan mi almohada.

Cuando las malditas cancelas se abren y asoman los fantasmas, las lágrimas me saludan sarcásticamente y a la oscuridad insulto, mientras me cobijo en tu mirada, porque no puedo asumir el riesgo de aprender a soltar las ataduras a las que se sujeta mi alma, por miedo, por vergüenza, por angustia acostumbrada.

Hoy puedo contarte algo de lo que se siente: es una pesadilla que parece eterna, que no da tregua, que me gritan los de afuera, que me aturde el silencio, y creo que moriré intentando abrir las ventanas que se cierran.

En ésta guerra entre la angustia y el sosiego, yo te puedo amar y sé que tú me acompañarás, porque me arriesgo a decirte que volar sola ya no sé si podré lograrlo, y también no sé si venceré el miedo de tu mirada.

Silvia Stella, abogada



Palabras hilvanadas una por una, que deshojan oraciones, y forman tus cuentos. Te los pido en las noches cuando te pones a mi lado, abrazándome fuerte me los dices todos, suavemente al oído.

Para cuando la luna brille y mis ojos estén en sueños horrorizados, necesitaré de tus cuentos, para no despertar antes de la madrugada con las pesadillas colgando de mis pestañas.

Si la soledad es mi compañera y no me deja en paz, si se revelan los recuerdos necesito que allí estés y que le pidas a mi ángel de la guardia que no se vaya tan lejos en las noches, que no me deje sola con ésta melancolía, que me mata por dentro sacando los fantasmas que temo en sueños.

Reúne oraciones y cuéntame cuentos que hablen de duendes y de besos. Necesito que pronto duermas conmigo, que me abraces muy fuerte y que de tantos cuentos pueda guardarlos debajo de mi almohada, así en las noches cuando ya no estés a mi lado, podré recordarlos juntando las imágenes de campos encantados, de gnomos y gatos otrora amados y también de villanos que no dan miedo porque en risas me los has contado.

Yo sé que los versos brotan de mí en mil palabras, y sé bien que me resulta un milagro poder encontrarlos, pero es tu amor el que los echa a rodar. Lo que dices con la pluma, lo que nace de tu alma, si tú no los escribieras caerían las oraciones, las que atesoras, así como en mis silencios tú lees mis glosas y me asombras con tu mirada.

¡Pero todo lo que acabo de juntar con algunas palabras! Y que la cordura no me falle porque sé bien que puedo gritar a los mil vientos, que una oración es una caricia en la penumbra y tus cuentos apoyados sobre mi espalda.

Silvia Stella, abogada



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