Desde las religiones nos mandan a hacer el bien al prójimo. Inculcan que es necesario ayudar a la iglesia y a
los pobres. También nos dicen que es ayudando como podremos acceder al paraíso (a su debido tiempo). Se infiere
de estos "llamados al orden" que el ser humano naturalmente no es proclive a hacer el bien, por lo tanto es
necesario incitarlo, convencerlo, obligarlo o bien sobornarlo para que lo haga.
A lo mejor no es esa precisamente la premisa que se tiene desde las religiones para propender el bien, pero parecería como que hay que amenazar al hombre para que haga el bien, o bien ofrecerle futuras recompensas para lograrlo. Es poco oído hoy en día que se diga que el hombre es bueno por naturaleza y proclive a ayudar al prójimo y que lo mejor es dejar libre su parte más pura, para que se exprese y haga su labor en el mundo, es decir entregarse al bienestar de todo lo que le rodea. Podría surgir infinidad de teorías sobre el tema de explicar al hombre y su comportamiento. Desde su "naturaleza" (como dicen las ciencias), lo único natural en el hombre es la "cultura", a pesar que en el mundo coexisten miles de culturas diferentes, y algunas muy diferentes y contradictorias. En general la tendencia actual es la de darle a la cultura una importancia muy grande cuando se estudia el comportamiento del hombre. La ciencia es la "estrella" explicativa del momento. Una disciplina que hasta no hace muchos años tenía tal "estrellato", considerada la base de toda explicación, fue la religión. Hoy no parece tener "espacio en el cielo" para "lucir su brillo" y procurar explicación sobre estos temas. Hoy la "ciencia" formal tomó la delantera y nubló el lugar que ocupó la religión. Religión y ciencia parecen hoy reñidas y en oposición entre muchos temas. Desde ya que no justifico ni la postura de la ciencia ni de la religión. Solamente estoy tratando de describir, desde mi pobre conocimiento del tema, como las explicaciones suelen caer en premisas (conceptos previos al desarrollo de un tema) poco sustentables a la hora de justificarlas. En realidad también está la posibilidad de que algunos hombres sean buenos por naturaleza y otros sean malos. Se hace más difícil de justificar la igualdad de los hombres ante dios, o bien ante la ley, con un postulado como ese, pero no hay nada que lo desmienta (de hecho hay gente buena que hace el bien, hay gente mala que hace el bien, gente de ambos signos que no hace nada, y otros que hacen el mal). Entonces, si descartamos momentáneamente la base de cómo nace el hombre y consideramos que tal vez "nos hacemos" de acuerdo a lo vivido y que de acuerdo a eso nos "merecemos" algunos premios y otros castigos, nos encontraríamos en una situación mejor para elaborar el tema teóricamente. Podríamos en esta situación decir que si ayudamos mucho, somos mejores o tenemos mejores resultados en la vida. No es fácil de probar algo así porque el estudio sobre los resultados de un proceder están condicionados por un montón de factores imprevisibles que alterarían el corolario final que tendría que tener la forma: "el que hace el bien, tiene resultados beneficiosos en su vida" (u alguna otra afirmación así). Apenas podría yo hacer una ínfima enunciación: "Hacer el bien, ser amable con los demás, y en lo posible ayudar al prójimo, permiten tener una conciencia tranquila y satisfecha de las obras realizadas". En esta misma línea de pensamientos podríamos decir que si uno perjudica a los demás, tenemos menos tranquilidad de conciencia y probablemente nos sintamos perseguidos y cuidándonos de las posibles venganzas del prójimo. A mi entender ese modo de vivir no es tan atractivo como el anterior. Es decir que entiendo que no es necesario pensar en explicaciones sobre la naturaleza del hombre, ni siquiera sobre argumentaciones religiosas ni postulados científicos estáticos, sino simplemente en "los cálculos" que dan las cuentas a favor de tener una conciencia tranquila, poder tener gente que lo aprecie a uno y otros en posición de ayudarnos si hace falta (porque alguna vez lo ayudamos nosotros). Aunque el destinatario de nuestros gestos sea gente a la que nunca vayamos a ver, nos queda la íntima estima de poder ir con nuestros pensamientos y nuestros actos, más allá de nuestro cuerpecito, insignificante y expandir un espíritu grande y fuerte que nos incita a una entrega generosa, que va más allá del efímero materialismo en el que estamos zambullidos. Porque en el tema de las "cuentas" psicológicas, lo material tiene poca importancia. |
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Licenciado Alejandro Giosa
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Asocio la palabra con "hacer el bien" u "otorgar beneficios" y, si la extendemos a su uso habitual, diríamos que
es un beneficio que transfieren los particulares o algún tipo de institución, gubernamental o no gubernamental,
a personas de escasos o carentes de recursos. El beneficio puede ser de carácter fiduciario o ayuda de
diferentes características; casi siempre dirigido a individuos que no pueden obtenerlo por sí mismos.
En la beneficencia tenemos, entonces, alguien que da y alguien que recibe, casi siempre sin haber hecho nada por obtenerlo. Muchas veces destinada a equilibrar pobremente las diferencias surgidas por la concentración excesiva de recursos en pocas manos, tiene, sin embargo varias connotaciones para ambas contrapartidas. Desde un punto de vista religioso, la mayoría de los credos judeo-cristianos recomiendan la caridad como una forma de que el individuo se desapegue de su egoísmo natural. Está bien "a los ojos de Dios" y es absolutamente recomendable como práctica asidua. Desde la óptica del Estado, la beneficencia libera un poco las tensiones provocadas por las ya demasiado marcadas diferencias económicas entre las personas y constituye un buen indicio de que "la sociedad cuida de sus pobres". Hasta aquí estamos todos felices con la existencia de esta costumbre. Pero hay otras cosas que considerar. El fundamento religioso de la beneficencia es "la gracia", esto es, lo que Dios nos da a nosotros sin pedir nada a cambio. Según la Tora, debemos compartir lo que tenemos porque nada de ello es nuestro verdaderamente, todo lo ha hecho Dios, y todo nos lo ha "prestado" para que gocemos de ello. Y no está bien visto por Dios que queramos apropiarnos de todo, porque, repetimos, todo es de Él. Pero Dios nos lo otorga con ciertas condiciones, una de ellas es que debemos trabajarlo, es decir, hacer nuestra parte en el pacto, la otra es que debemos reconocerlo a Él como dador de todas las cosas. Pero esto no lo pide de puro ególatra, sino para liberarnos a nosotros de la propia, porque desconocer a Dios es la base de la ignorancia. En la cultura Celta, donde cada cual explotaba su parcela de tierra, el enriquecerse estaba considerado ilícito, pues implicaba que la persona que enriquecía le estaba quitando algo a otro. Al mismo tiempo, no imagino a los rudos celtas sembrando la tierra de un vecino ocioso, para ayudarlo mientras él mismo no movía un dedo. En una sociedad donde se hace culto de la competencia, el éxito y la riqueza, estamos muy lejos de aquéllos preceptos que movilizaron a nuestros antepasados. Entonces, ¿por qué hemos preservado esta institución? Hay formas de beneficencia que promulgan, como Dios, que el beneficiado debe hacer su parte para obtener el beneficio. En otros casos se trata de servicios que, de no ser gratuitos, serían inaccesibles para personas de escasos recursos, tal es el caso de la medicina pública. En los países donde el sistema de salud es exclusivamente privado, éste se convierte en un negocio cruel, donde el que no puede pagarlo es segregado a morir. En tanto, en los países donde existe aún la medicina social gratuita, ésta se encuentra, generalmente, en estado de quiebra por falta de recursos. Considerando todo esto podemos decir que, en una sociedad justa, la beneficencia no sería necesaria, excepto para aplicarla a individuos que no quieren hacer su parte en el pacto social o están impedidos por alguna circunstancia ajena a su voluntad. Es así porque, al estar los recursos justamente repartidos, todos pueden gozar del beneficio general de vivir en sociedad. Pero las cosas no son así, ¿verdad? La actual cultura, lejos de desalentar, incentiva la concentración de riquezas. Sólo basta mirar los últimos best sellers en USA, para comprobar que, la mayoría de ellos hablan de "fórmulas" para ser ricos. Ya casi nadie pierde su tiempo en alimentar su imaginación y creatividad. Todo el esfuerzo está concentrado en acumular capital, porque todo el mundo prevé un futuro incierto para quien no haya amasado una fortuna. Las personas trabajan más horas, toman menos vacaciones y feriados, pero están siempre a pocos metros de lograr lo que necesitan, pues la necesidad corre siempre un poco más rápido que los logros. Como en la metáfora del asno y la zanahoria. Ahora, llevando la situación a un extremo, según la dirección que lleva, tendremos, por un lado, poca gente acaparando todos los recursos y mucha gente, la inmensa mayoría, viviendo de la caridad de esas personas. ¿Será el empleo, algún día, considerado una caridad? En algunas partes del mundo lo es, ahora mismo. Los puestos gubernamentales en países del tercer mundo o países colonizados son una forma de beneficencia. En muchos países pauperizados, los empleadores actúan como si otorgaran favores al brindar empleo (y, por supuesto, piden, a cambio, reconocimiento y favores especiales). La realidad es que el empleo es un pacto comercial, donde el empleado vende su tiempo (su vida) a cambio de cierta cantidad de dinero (capital). El problema es que el que tiene el capital es quien impone cuánto vale el tiempo (la vida) del empleado. En la medida en que los puestos escasean, esa vida vale menos, hasta el punto de que el trabajo no llega a sustentarla (ley de la oferta y la demanda). La beneficencia verdadera sería la que beneficia a quien la recibe y a quien la da es decir, debería ser aplicada de manera tal que el recipiente no se transforme en un sujeto pasivo, cómodo en su condición de necesitado. Y debería ser brindada con la conciencia de que no hacemos más que repartir un poco mejor lo que Dios nos ha dado de gratis. Pero no nos engañemos, Usted paga impuestos, el impuesto no es beneficencia (¿no?). No. La palabra misma lo dice: "impuesto" es algo que nos ponen obligatoriamente. Usted paga impuestos para sostener económicamente a una institución que, a cambio, debería asegurarle: salud, bienestar en la vejez, educación, apagar sus incendios, garantizarle seguridad. Pero ¿obtiene usted todo eso a cambio de lo que paga? No entonces usted está haciendo "caridad" con el Estado. El estado reclama, cada vez, más altos impuestos, al tiempo que recorta presupuestos y privatiza servicios como la educación y la salud y el mismo seguro de retiro. Lo notable es que algunos países hicieron sus guerras de emancipación para no tener que pagar impuestos. Tal es el caso de los Estados Unidos de Norteamérica, donde, paradójicamente, la carga tributaria es pesadísima e impuesta a fuerza de ley. Toda esta reflexión, nada resuelve. Se me ocurre recordar ciertos principios budistas, que, como siempre, me resultan más afines. El budismo ha meditado acerca de la beneficencia. Considerando que lo que se debe dar, debe ayudar al necesitado a salir para siempre de su necesidad. Para el budismo, uno debe ayudar al prójimo, pero no con caridad. La misericordia budista es la que lleva al dador a enseñar La Ley (Dharma). Esta Ley es el principio básico de auto-emancipación. Es enseñar al carente a salir de su estado de carencia. A superar el estado de vida que lo lleva a depender de otros. A recuperar la dignidad de su vida. ¿Como se hace esto? No es fácil. Pero la dignidad de la vida está inherente en toda criatura viva. Recuperar el propio PODER sobre la propia vida. Adquirir la propia CONCIENCIA sobre lo que acontece. Disciplinar los propios SENTIDOS para ver la realidad entender que LA VIDA es coherente del principio al fin es decir: nada de lo que hacemos nada de lo que pensamos nada de lo que deseamos nada de lo que "nos sucede" está desligado de lo que SOMOS. Ese es el beneficio de estar vivo. exclusivo para «S.O.S. Psicólogo»
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Juan Carlos Laborde
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Les voy a ofrecer estos breves artículos para que juntos podamos reflexionar, aprender
y porque no copiarnos un poco de ellos.
Les paso a contar quien fue Mariquita Sánchez y Eva Duarte de Perón. Son dos ejemplos argentinos de admirar, por lo que hicieron con los más necesitados, como leerán son de distintas épocas pero con unas ganas inmensas por brindar lo mejor para el que lo requería. Contrajo segundas nupcias en 1819 (tras el fallecimiento de su primer esposo) con el cónsul francés en Buenos Aires, Juan Washington de Mendeville. Doña Mariquita formó un club en su casa, uno de cuyos miembros era Bernardino Rivadavia (futuro presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata), origen de la Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires, fundada en la década de 1820. Se ocupó de los más desfavorecidos, fundando hospitales para mujeres y niños, así como asilos para enfermos mentales y niños abandonados. Hacia 1839, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, se exilió en Montevideo, de donde regresó tras la caída de aquél, producida en 1852. Falleció en 1868, después de ejercer de nuevo, durante un año, la presidencia de la Sociedad de Beneficencia. No les parece que Mariquita Sánchez fue una maravillosa mujer, al fundar para los más desfavorecidos hospitales para mujeres y niños, así como asilos para enfermos mentales y niños abandonados. Toda la fortuna que poseía la compartió haciendo beneficencia. Hoy por hoy en la Argentina no se ve este acto de solidaridad. El que más tiene más quiere. Solo existen ellos ¿por qué será así? Es para pensarlo. María Eva Duarte de Perón fue la primera en unirse con los sindicatos, creando la Fundación de Ayuda Social Eva Perón y organizando la rama femenina del partido peronista. Varias primeras damas quisieron ser como Eva Perón pero nadie llego hasta el día de hoy tener semejanza con ella. Es bueno imitarla por admiración y deseo de ser igual o al menos tener un parecido, pero se tiene que luchar para lograr una mejora en las condiciones desfavorables que existen. Se debe realizar beneficencia y unirse con el que necesita y no querer aparentar ser Eva Perón para llegar al poder y después no apiadarse de los necesitados. Desde el 90, o antes también, que no se ve una primera dama como la querida Eva Perón porque para hacer lo que hizo ella hay que tener corazón y amor por la gente. Supongo que ustedes se habrán dado cuenta a través de estos artículos o de la realidad, lo que es ayudar a los que más necesitan. Digo esto porque nosotros como seres humanos nos damos cuenta de lo que sucede en el mundo: con la pobreza, la guerra, las enfermedades, etc. lo que hacemos es mirar, lamentarnos, culpar a los de arriba (políticos) u opinar sobre el tema y nada más. Creo que somos también culpables de esta desdicha porque como hermanos que somos tendríamos que ayudarlos con lo que más podamos y no mirarlos de arriba como seres inferiores, extraños, distintos a nosotros. Reflexionemos juntos y pongámonos por unos minutos en el lugar de cada uno de ellos. Imaginemos: "ahora estamos padeciendo hambre, frió, tristeza porque no tenemos plata para comer ni lugar para refugiarnos" ¿Qué siente usted en este momento? Tal vez lo mismo, pero nunca igual, porque ellos lo padecen todo los días y no son unos minutos como nosotros intentamos imaginarlo. ¿Y si les damos una mano, dejamos de suponer lo que sienten ellos y empezamos a sentirnos bien espiritualmente ayudando a esos seres desprotegidos? ¿No es lindo ver a los chicos contentos porque tienen para comer, abrigarse, ir a la escuela, etc.? Entonces ¿porque no ayudamos a los comedores o a los lugares que hacen beneficencia con lo que uno pueda y así hacer feliz a millones de personas y niños que seguro se lo van agradecer de todo corazón? Ahora si nos situamos otra vez, otro minuto, en el lugar de una persona drogadicta, alcohólica, fumadora, etc. que no sabe que hacer para salir de esa situación o tal vez no se da cuenta que se está dañando solo ¿Qué siente? Tal vez nada, porque usted no consuma esas sustancias o sí porque lo hace en menor grado pero no es igual puesto que ellos se están perjudicando y no tiene a nadie que lo ayude, de lo contrario no harían eso ¿No le parece? Expreso eso ya que nadie se daña por dañarse, es decir, que el drogadicto o el alcohólico llegan a esa situación por una causa: falta de afecto, de compañía, de comunicación, de comprensión, etc. Al sentirse solo o tal vez acompañado pero por malas juntas o por su familia que no lo trata como debería ser, el adicto siente la distancia y se podría decir que es lo que lo lleva a sufrir esta enfermedad. ¿Cómo ayudarlos? Hay muchas formas. Todo depende de nuestra voluntad, amor y sobre todo de nuestras ganas de dar una mano al que más necesita. A una persona enferma se le puede brindar amor, demostrarle que no esta solo y que es muy importante, y existen muchos motivos por los cuales tiene que luchar y salir adelante. Hay centros donde se pueden tratar distintas enfermedades como el sida, el alcoholismo, tabaquismo, etc. que les brindan las mejores atenciones, pero no nos olvidemos de poner también nosotros nuestro granito de amor. Para tener siempre presente: pensemos que si hoy estamos pasando un buen momento y no necesitamos nada de nadie, tal vez mañana sea diferente y necesitemos una mano del que menos pensamos que nos la podía dar. Apoya al que más necesita y Dios te dará la mejor bendición, pero eso sí: cuando esté realizando un acto de beneficencia hágalo con todo su amor y no por interés porque así no le sirve ni a usted ni a al otro. |
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Prof. Carla Marnique
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