Estar indiferente es para las personas normales que viven en este mundo «normal» un estado que
si no se utiliza con premeditación e intencionalidad puede ser síntoma de fallecimiento
y envilecimiento prematuro del alma.
En general se toma la indiferencia como un aspecto negativo de la personalidad. En este artículo opto por tratar de profundizar el tema y ver lo bueno que puede tener esta actitud. Creo que todo es bueno y también malo, de acuerdo a cómo se lo utiliza. Es en general una tendencia del espíritu a no reaccionar y para la gran mayoría, es una tendencia a ver solo lo negativo, las frustraciones, las desgracias, las sombras más que las luces y no responder a eso. Es poco común que las personas indiferentes tiendan a ver lo positivo o sean realmente neutros dentro de su indiferencia. Hay muchas personas indiferentes por ejemplo a las desgracias ajenas, y es probable que coincidan con personas muy orgullosas y vanidosas. Pero no es de ellos de los que me gustaría hablar. Una indiferencia real y equilibrada puede ser un estado, en algunos casos, beneficioso para la realización de ciertas tareas como por ejemplo la investigación científica. En estos casos se usa la indiferencia en forma controlada e intencional. Es interesante decir que el investigador tiene en general una hipótesis que desea demostrar y ese deseo es en sí una tendencia subjetiva que puede traer dificultades de evaluación a la hora de sacar conclusiones sobre lo que se quiere demostrar. En la vida del resto de la gente, es decir de los no-científicos hay veces que es mejor no reaccionar ante determinado hecho de la vida. No reaccionar en forma apresurada o violenta, suele ser un acto con mejores consecuencias que hacerlo de ese modo. Pero esa falta de reacción no surge de la falta de sentimientos, sino de un superávit de inteligencia. Es el caso en que evaluando una situación, nos damos cuenta que si no ponemos «paños fríos» y en cambio actuamos reaccionando a lo que nos pasa, tendremos consecuencia perjudiciales para nosotros y para los demás. Es mejor ser «indiferente» a los celos que tratar de aniquilar a las personas que nos lo provocan. En general diría que es mejor ser indiferente a todos los vicios humanos, como forma de no alimentarlos. Ser indiferente a la ira, a los celos, a la vanidad, al orgullo como forma de quitarles poder de nuestras vidas. Y en cambio ser apegado a las virtudes como forma de fortalecerlas. En estos tiempos se está haciendo famoso el tema de la física cuántica, que toma en cuenta los procesos internos del observador de los hechos «objetivos» que quiere estudiar la ciencia y nos dice que nuestros pensamientos generan el comportamiento que esperamos observar. Así, en pocas palabras, concluye que si queremos que algo se produzca tenemos que pensar positivamente en ello. Este tema se hace muy evidente en el estudio científico de la homeopatía por ejemplo, ya que de acuerdo a los científicos que lo estudien, y sus intenciones (de demostrar que funciona o no) se logran pruebas que la afirman o que la refutan. Entonces cuando digo «ser indiferente a los vicios» y ser «apegado» a las virtudes, estoy diciendo que a través del poder de seleccionar nuestros pensamientos, podemos mejorar la calidad de vida nuestra y la de los que nos rodean. Como vemos la indiferencia podría dar mucho que hablar, pero mínimamente podemos afirmar que es una herramienta que al igual que el fuego podemos usarla para cocinar y alimentarnos o para incendiar una casa y de acuerdo a nuestra intención puede darnos el poder de construir un mundo mejor o bien de destruirlo. |
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Licenciado Alejandro Giosa
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En nuestra cultura la indiferencia es el escudo natural con el cual nos protegemos de la avalancha de
situaciones, información y verdaderos golpes emocionales que no queremos recibir.
En el pasado remoto el hombre no podía ser indiferente al medio ambiente, toda vez que esto le resultaba en posible pérdida de la propia vida. Por ello mantenía sus sentidos alertas y la conciencia puesta en ellos. Claro está: el medio ambiente le devolvía sus verdes, su brisa perfumada, sus atardeceres y, muy pocas veces, los rastros de la cercanía de un depredador. También necesitaba de sus sentidos y la fuerza de sus brazos y piernas para cazar, recolectar frutos y proteger a su familia. Quienes así no lo hacían, simplemente, no sobrevivían. Toda situación de peligro suscitaba stress y segregación de adrenalina, mismos que eran utilizados por el cuerpo para multiplicar sus energías. No sabía, ni era importante para él, qué le sucedía a otro hombre o familia que vivía a 1.000 millas de allí, no había forma de que se enterase, ni, repetimos, tenía significado útil para su sobrevivencia. Sin embargo, muchos de estos clanes de la antigüedad iniciaron largos periplos a tierras lejanas, quizás empujados por el hambre o las promesas que traían los viajeros. Es decir: la falta de información intensa no mermaba su interés en descubrir nuevos horizontes y progresar. En la actualidad, no sabemos qué hacer con la avalancha de información proveniente de los medios y mucho menos con el hacinamiento que suscitó la era industrial. La situación produce stress, el stress adrenalina pero ya no tenemos adonde correr, ni ningún animal con el cual combatir. Entonces nos creamos una capa invisible e imaginaria por sobre nuestra aura (sea lo que esta sea) y todo parece rebotar en su superficie. Adentro vivimos como queremos, con la sola compañía de nuestros propios pensamientos y sentimientos. O, por lo menos, eso creemos. Pensamos que la indiferencia es resultado del egoísmo pero ambos son consecuencia del miedo. Pensamientos leves. Sentimientos leves. Acciones leves. Dejamos lo tremendo para los fanáticos y los gobiernos. Nos asusta cualquier explosión, no sólo las que causan muerte. También las que causan pensamientos innovadores, creatividad desbocada, sexo liberado, amor entre homosexuales, un Dios que ya no vigila, nuevas religiones y hasta el deseo innato de volver a aquellos tiempos en que nuestra preocupación era sólo la llegada de un depredador (suponiendo que alguna vez se hayan alimentado de nosotros) Hoy los depredadores son nuestros congéneres. Pero no podemos protegernos de ellos. Un niño de 9 años muerto con una AK47 en las calles de Puerto Rico, un joven hecho trizas mientras patrullaba en Bagdad, otro niño por inanición en Nigeria, miles por HIV en todas partes del mundo, muchos más por cáncer o hepatitis mientras los recursos de millones de dólares se derivan a la producción de más armas y a más pozos de petróleo para alimentar al gigante insaciable hijo de nuestra estupidez e indiferencia. ¿Indiferencia o suicidio? ¿Será que tanto temor a la muerte nos atrae hacia ella? exclusivo para «S.O.S. Psicólogo»
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Seonaidh Labraidh
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El tema que nos toca escribir es la indiferencia, hay mucho por decir y se puede tratar de relacionar con
distintos casos, pero antes de desarrollar el tema veremos que es la indiferencia.
Por ejemplo: mostró una gran indiferencia a la hora de decidir dónde ir a comer. Por ejemplo: lo miró con indiferencia. *** Podemos decir en palabras generales que la indiferencia es algo así como enseñarle a un chico a manejar un juguete que ni remotamente pensamos regalarle. Es comerse un sándwich, al lado de un chico con hambre y mirarlo, como si tal cosa. La indiferencia es rematadamente cruel. Es algo tan sutil e implacable, que hace que el pescador o el cazador deportivos hagan de la muerte de inocentes su pasatiempo favorito y que los demás, vos y yo, ante este hecho, miremos para otro lado, mientras la jodida vida continúa. La indiferencia podría resumirse en una de las tantas frases acuñadas hoy, como esa de...»Hace la tuya» y así, al hacer «la tuya»,es lícito que si sos banquero, te quedes con la plata de quien la ahorró a lo largo de toda su vida y encima te burles de su dolor llamándole a tu felonía «corralito». O que te dediques a criar pájaros por el solo placer de escuchar sus lamentos que en tu ignorancia e indiferencia confundís con un canto, mientras los encadenas de por vida, sabiendo (porque lo sabes), que tienen todo el cielo para volar y vos se lo estás negando. *** Para desarrollar mejor este tema lo voy a relacionar con los políticos argentinos. Los políticos y su indiferencia con los pobres. Artículo periodístico sobre la pobreza de Salta. ***
(Marzo de 2006) En la provincia de Salta se consolida la desigualdad social, donde día a día se acrecientan
los índices de salteños empobrecidos en antagonismo a una minoría enriquecida. Gobernantes, políticos y
empresarios inescrupulosos y corruptos, amplían la brecha entre pobres y ricos utilizando al estado para este fin. Son 260 personas que viven en condiciones infrahumanas, bebiendo agua de una laguna infectada. "Los niños se enferman continuamente por tomar el agua del estanque contaminado por animales que mueren y luego se pudren en el lugar" dice en tono de bronca la Wichi Yolanda. El municipio y el gobierno provincial no garantiza el suministro de agua potable, hoy privatizado. Las tierras donde habitan los Wichi esta en litigio entre blancos, los indígenas como sucede en toda la provincia, a pesar de ser habitantes preexistentes a la conformación del estado no poseen títulos comunitarios de tierra. Son el 85 % de analfabetos, los otros, solo aprendieron a firman para identificarse. Generaciones de analfabetos Jerónimo Herrera trabajó toda su vida en el monte, tiene 50 años y nunca fue a la escuela es analfabeto, como lo fue su abuelo y su padre, tampoco sabe sumar. Jerónimo abraza a su nieto de 9 años junto a la choza en la que viven, el pequeño tiene 9 años y es la quinta generación de analfabetos de los Herrera "me gustaría saber leer y escribir, cuando voy a la ciudad _Apolinario Saravi_ a no se lo que dicen las señales y carteles" afirma tímidamente mirando el suelo, demostrando el sometimiento histórico del blanco.
Los Wichis hoy salteños, solo exigen que el estado provincial, gobernado por el peronismo les garantice el
derechos a la educación, hoy quebrantado por el gobernador Romero. quieren una escuela, así lo asevera Yolanda
Arias "quiero una docente en la misión, me siento mal por nosotros, los niños no tienen útiles escolares, calzado,
ellos sufren, seguimos siendo discriminados, los niños indígenas siempre son los últimos, repiten una, dos y tres a
veces cada grado". Santos Ríos es el presidente de la Misión, amablemente muestra las notas enviadas a funcionarios provinciales, donde explican la situación de indefensión, desnutrición en más de la mitad de los niños, ancianos y discapacitados que no poseen cobertura social, pensiones y jubilaciones, como si la tienen familiares del Gobernador. Desde la capital de la provincia todavía no responden. "los adultos nunca fueron a la escuela, no tenemos cloacas, médicos ni centro de salud". Dice con una pausa Santos, para agregar "Nosotros también somos humanos, los indígenas tenemos derechos también somos argentinos".Si nos ponemos analizar este articulo periodístico podemos notar la gran indiferencia que hay por lo aborígenes sáltenos, los Gobernantes, políticos y empresarios utilizan el poder para beneficio propio en vez de hacer algo por los indigentes. *** La indiferencia, en este caso y en muchos otros casos que hay en el mundo, es la primera y más grave violación de los Derechos Humanos. Más terrible que la violencia y que el terrorismo. Porque el indiferente trata a todos como si no existieran, o sea, que no existen para él. Se tendrían que comprometer todos los políticos a trabajar, armar proyectos, investigar las necesidades de su país. Para equilibrar las indiferencias que existen en los diferentes sectores de la sociedad. Luchemos por la igualdad, miremos a nuestro alrededor y dejaremos de ser individualistas, egoístas y corruptos. |
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Prof. Carla Manrique
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