Hace un tiempo tuve un paciente muy negativo respecto a su actitud en la vida, con un carácter
permanentemente depresivo.
La contra (o la ventaja) de este paciente era su inteligencia. Demasiado inteligente para mi gusto de trabajar con él. El problema es que todo lo que podía hacer para motivarlo lo impulsaba más para usar su extraordinario intelecto y refutar mis proposiciones para levantar su animo. En las primeras sesiones tomé la decisión de hacer un tipo de terapia diferente, como para variar mis rutinas tratando de ser más activo que de costumbre tratando de encauzar su intelectualidad por caminos más emocionales. En realidad la pasé muy mal, ya que su razonamiento dominaba sus pensamientos y su percepción de las cosas, y tengo que reconocer que era muy lógico y coherente, tanto como para convencerme de ciertas "realidades" que a simple vista parecen irrefutables respecto a la vida y lo que sucede en nuestro diario vivir. Creo que su depresión era contagiosa. Después de escucharlo todo parecía negativo, incorregible, injusto, deprimente, y sin solución. Tengo que reconocer que muchas de sus ideas aún hoy permanecen como parte de mis ideas. No es posible negar lo sufriente que es la vida. Tanto la nuestra como la de nuestros hermanos los animales y las plantas. Demás está decir el abandono que hace el humano por los animales, que pudiendo tratar bien y brindarles comida no lo hacen y parece que hasta a veces disfrutaran de su sufrimiento. En todo lugar hay sufrimiento, y parece que no solo pasa esto hoy, ya que El Buda Shakyamuni hace mucho tiempo habló del tema con mucha precisión y realismo. Llegó un momento en que me di cuenta que con mi paciente no podía avanzar más desde la razón porque no se puede negar lo innegable sin caer en un delirio psicótico. Fue en este punto cuando decidí probar suerte y comenzar a intervenir con posturas filosóficas casi metafísicas, para acompañar a mi paciente en un cambio gradual y duradero. Aparte yo también después de mi relación con él necesité protegerme de la cruda realidad con alguna visión más abarcativa de la vida que intentara explicar el porqué de tanto panorama fatídico. Lamentablemente el cristianismo no satisface respecto a explicar tanta maldad y sufrimiento. Desde ya que mi paciente con su gran inteligencia era "fóbico" a la religión cristiana. El psicoanálisis no me pareció herramienta válida para superar este tipo de depresión. Por eso empecé a interiorizarme en el budismo. Los principios de la filosofía del Buda Shakyamuni son:
"Veamos de qué se trata" dije, y así mi vida de ese entonces se puso al servicio del estudio, para calmar las ansiedades de mi paciente (y la mía). Así que de este modo y con esfuerzo fui resignificando muchas actitudes de mi paciente y mías respecto a la postura de las cosas que suceden en la vida. También fuimos percibiendo las cosas con más emoción, lo que fue todo un logro muy satisfactorio para lograr la permanencia de los resultados. Nada se logra sin esfuerzo, pero también es cierto que hay que trabajar para lograr el bienestar, y básicamente nuestra ambición nos hace ciegos para ver muchas cosas que nos rodean y nos lleva a sufrir permanentemente al pretender un mundo que no es posible lograr. Me di cuenta que más bien hay que tomar esta enseñanza como el "mito del viaje", en donde el viajero parte con la intención de llegar a cierto puerto, y es con la experiencia del viaje mismo que nos trasformamos y enriquecemos y al llegar no es necesario obtener ningún premio. Llegar significa obtener un estado de iluminación que va más allá de toda percepción humana, donde puede llegar a entenderse porqué las cosas son como son. Desde ya que no esperamos llegar a estos estados en nuestra forma de vida ciudadana, pero al menos podremos interpretar las cosas de otra forma, como para calmar ciertas ansiedades y malestares que nos toca vivir. Al poco tiempo de transitar por esta terapia improvisada nos dimos cuenta que lo más importante es la forma como interpretamos las cosas y dos personas pueden percibir lo mismo pero interpretarlo diferente, y esto es lo que hace la diferencia entre un optimista y un pesimista. Muchas depresiones son justificadas, y parecen lógicas (se le murió la pareja, por ejemplo) pero la actitud que tomamos frente a esto es la consecuencia de la libre elección que todos deberíamos ejercer en nuestras vidas. Y casi cuesta lo mismo elegir la depresión que la felicidad si tenemos en cuenta que podemos siempre "mirar" las cosas desde diferentes "ángulos". La clave tal vez sea luchar contra las imposiciones culturales que nos dicen cómo actuar y abandonar la pereza de tomar la actitud más fácil y no ir más allá a través del estudio, la profunda reflexión y la crítica a las costumbres establecidas. |
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Licenciado Alejandro Giosa
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Seonaidh Labhraidh
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Prof. Carla Manrique
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