El inicio del individualismo en esta cultura puede tener varios orígenes. Una vez escuché que en
las primitivas tribus todo se compartía y se vivía al día, es decir se tenía hambre y se procuraba
el alimento. Si este era abundante, como podía ser una gran cantidad de frutos o bien un
animal grande, no quedaba otra que compartirlo con sus semejantes. No existía el acopio, porque
los alimentos no se podían almacenar, ni resguardar de las inclemencias del clima. Todo era
compartir, con los próximos en primer lugar y con los vecinos en siguiente instancia. Parecería ser de
acuerdo a esta teoría, que la propiedad privada y el individualismo comenzó como consecuencia de
las primeras acumulaciones de bienes, cuando las circunstancias lo hicieron posible, es decir con
la creación de lugares apropiados para mantener los alimentos por ejemplo o cosechar y guardar
el excedente del trabajo.
Los que acopiaban consideraron suyas las mercancías que poseían en virtud de haberlas conseguido y custodiado. Así podría ser que haya comenzado esta etapa capitalista e individualista de nuestra cultura, hasta llegar al estado actual, que no nos permite imaginar siquiera como podría ser la vida sin propiedad privada. No se me ocurre como sería el mundo en que yo no tuviera cosas propias y saber que nada de lo que tengo me pertenece y solo puedo usar las cosas cuando necesite y nada más . Y mientras escribo esto, me doy cuenta que lo más lógico sería que todo sea así. Si no uso algo, porque tendría que velar por ello, y si cuando algo me hace falta y lo puedo tomar de cualquier lado ¿Cuál sería el problema?. Verdaderamente vivimos en un estado de hipnosis total, que no nos permite ver otras posibles realidades. Hasta podría ser que no necesitáramos poseer una casa. En caso de necesitarla usaríamos la que tuviéramos más cerca. Sería algo muy raro para nuestra psiquis, vivir de una forma semejante, porque tendríamos que tener mucha tolerancia y amor en nuestros corazones para que algo así funcione. Pero la idea de imaginar un mundo así es atractiva. No nos ataría la idea de pertenencia, de individualismo, de posesión. Seríamos en conjunto una comunidad que viviera como un solo ser. Dicen algunos que "todos somos uno" al referirse a que en realidad, en el rompecabezas de la vida de este mundo, todos formamos parte de algo mayor que ninguno individualmente sabe qué es. Hasta tal vez sería posible que de vivir como si fuéramos un solo ser, descubramos el sentido profundo de nuestras vidas, de nuestra misión, cuando el rompecabezas nos ofrezca su oculta forma final. Podríamos asombrarnos de cómo se potencian las cosas cuando se comparten, al contrario de lo que puede pensar la mayoría, acerca de que si comparto voy a tener menos de eso que comparto. Estoy seguro que siempre es al contrario, cuando uno comparte y los otros comparten, todos tendríamos más de todo, porque el intercambio sería potenciador en cubrir las necesidades de las personas. Cuando era joven acostumbraba a ir de campamento a lugares donde la naturaleza fuera lo menos alterada posible. En esos viajes descubrí cosas interesantes que ahora me llegan a la memoria. Como en general estábamos lejos de los centros comerciales, era muy común que nos faltara algo para hacer de comer por ejemplo, y en ese entorno natural, parece que la gente se hace más buena y amistosa. Entonces no había que hacer otra cosa que buscar al grupo más cercano y pedirle prestado lo que necesitábamos. Lo curioso es que rara vez la gente se negaba a compartir y es más la mayoría de las veces lográbamos intercambiar cosas que en realidad nos beneficiaba a ambos y hasta me atrevo a afirmar que la mayoría de las veces terminábamos cocinado y compartiendo la comida con otros grupos. Además en esos lugares nunca nos faltó nada, porque era común que algún grupo se fuera y nos dejara la comida que les sobraba, ya que ellos no la necesitarían mas. Y mis recuerdos me remiten casi a la teoría que venía relatando al principio. Y tal vez a pesar del estado de hipnotismo en que vivimos, alguna vez aparezca una luz que nos guie (de vuelta) por ese camino de solidaridad, amistad y amor. |
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Licenciado Alejandro Giosa
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La crisis en las religiones tradicionales y la aparición de nuevas ideas, entre las que destacan
la aceptación de la existencia de otros mundos habitados y la física cuántica, nos hace pensar en
un universo muy amplio de futuras creencias religiosas.
Esta crisis se basa en el aparente fracaso de las mismas para influir en la moralidad general, dar respuestas a dudas existenciales o mantenerse al día con respecto a descubrimientos que las cuestionan, como son los hallazgos arqueológicos y la historia revisionista, entre otras cosas. El recuento histórico nos da testimonio de las muchas veces que escrituras consideradas «sagradas» fueron adulteradas o censuradas por autoridades políticas y religiosas, en beneficio de un punto de vista privado, individualista o estatal Es posible que lo único que sobreviva de ellas sean las diferentes técnicas de meditación y ejercitación (yoga, chikun, etc.) que son de visible utilidad práctica. Sin embargo, el planteo de que la religión sirva para asegurar una mejor vida pos-muerte o pos-iluminación puede llegar a su fin muy pronto. Necesitamos, y esto es urgente, de ideas que sirvan para que el nirvana o la sabiduría sean hechos palpables en esta Tierra y no una promesa para el final de los tiempos. Al mismo tiempo del fuerte materialismo imperante, hay un resurgimiento de la espiritualidad, pero, a diferencia de la histórica, esta espiritualidad es concreta y requiere de expresiones que se manifiesten en la vida de todos los días. Tal vez por eso, escuelas como el Zen o el budismo Nichirén (que promete el Nirvana en la Tierra) han tenido cierta relevancia en occidente. Hasta hoy nuestra búsqueda de la sabiduría se ha desarrollado en la línea muy estrecha de una vida destinada al nacimiento, crecimiento, enfermedad, sufrimiento, vejez y muerte, dentro del marco de innumerables distracciones mundanas. El resultado ha sido un mundo orientado a la comodidad personal, al éxito temporal, la búsqueda del poder, la fama, la indiferencia al sufrimiento ajeno y el daño irreparable al medio ambiente. El futuro exige que nuestras creencias se relacionen de otra manera con la naturaleza, que seamos co-creadores, protectores y con una relación cuasi-chamánica con la misma y no sus explotadores. Al mismo tiempo que desarrollemos una moralidad natural, pero profunda y fuerte, basada en el respeto por la vida por sobre todas las cosas. Nuestra espiritualidad debe manifestarse en el mundo concreto. Empezando por sus expresiones más básicas el amor y la compasión y llegando, por un camino claro, al triunfo del espíritu sobre la materia. Evidentemente, estas creencias estarán influenciadas netamente por la ciencia, pero una ciencia que raye en las fronteras de la espiritualidad, tal como lo hace la cuántica. El triunfo del espíritu sobre la materia implica que ya no necesitemos siquiera extraer agua para beberla, sino que nuestra fuerza interior «produzca» lo necesario o «aproveche» lo que el universo da. Es decir: el fin de la sociedad productiva y de consumo. Muchos señalarán lo que estoy escribiendo como una utopia o, lo que es peor. UN delirio, pero tengan en cuenta que nuestra civilización es producto de un impulso que se inició unos 15.000 años atrás. Si en vez de empujarnos hacia una civilización urbana de consumo y explotación hubiéramos sido orientados hacia el desarrollo espiritual, posiblemente seríamos muy diferentes. Lo que propongo es iniciar ese impulso ahora mismo, sin temor a abandonar las viejas y contaminadas creencias religiosas para comenzar con una nueva pre-concepción religiosa a partir de la nada. El «camino» tomaría viejas enseñanzas no-conceptuales como la meditación, el yoga y el chikun tendientes al dominio de la mente y las pasiones y a preservar una excelente salud, desarrollaríamos la práctica de las virtudes para que nuestro ego se purifique y se «parezca» a nuestro Ser, hasta que ambos se unan y el Ser individual se manifieste en cada uno de nosotros en la Tierra. Apoyados no sólo desde el terreno de la discusión filosófica, sino desde la educación en el hogar y la escuela; donde las premisas ya no sean triunfar económicamente u obtener fama, sino «lograr la fusión espiritual». Si esto hacemos, habida cuenta de la capacidad del hombre para desarrollarse, estoy seguro de que podríamos hacer realidad aquella utopía. La física cuántica ha establecido una serie de parámetros relativos que son de vital importancia para comprender nuestro papel en el concierto universal. Las religiones tradicionales nos pintaron como pecadores, criaturas insignificantes puestas a sufrir en el juego de los dioses celestiales o en una dudosa creación imperfecta y llena de prejuicios. Esto ha favorecido una sociedad proclive al pecado y a la desvalorización del individuo, resultando en indiferencia, depresiones y una conducta animal cada vez más obsesiva y agresiva. En cambio, la ciencia nos está hablando de nuestra posible participación como «creadores» de todo lo que sucede a nuestro alrededor, características que tal vez no estén potenciadas debido a que hemos sido sometidos, por siglos, a una educación de obediencia. Para que la nueva creencia funcione, en principio, deberá evitar convertirse en creencia y mucho menos en una institución religiosa. Hablo de un cambio en la sociedad donde los objetivos no estén puestos en el éxito económico y la fama, sino en el desarrollo espiritual. ¿Por que negar la institucionalización? Pues, porque esta va a cristalizar lo hasta allí aprendido, lo convertirá en dogma y lo transmitirá de acuerdo con parámetros de conveniencia. Y lo que necesitamos es una forma de pensamiento ágil que pueda transformarse continuamente. Sin embargo, mientras el pensamiento, el mundo de las ideas, es algo mutable; el mundo de las virtudes no lo es, y estas son fundamentales para provocar el «acercamiento» del ego con el espíritu; por lo menos así lo veo en este momento. Evidentemente, uno de los errores cometidos fue la invención de los libros sagrados. El libro sagrado omite la libertad de pensamiento y fundamenta las doctrinas que son cristalizaciones del pensamiento. Otro error es la existencia del sacerdote, una persona con poder sobre los demás y la capacidad de hablar con Dios, nada menos. Donde hay sacerdote, no hay dialogo. Otro es el ritual, que mecaniza el verdadero acto de comunicación «entre mundos». Sin embargo, no abogo por una realización horizontal. Una de las características del desarrollo espiritual real es que nos hace a todos más diferentes. Y habrá personas que se desarrollarán de una manera totalmente ajena a otras, por lo cual, hasta la escuela como institución estaría obsoleta. La escuela ha cumplido una función de «emparejamiento» y asistencia en una sociedad comprometida con la producción. Una escuela «espiritual» debería poder albergar las diferencias individuales y desarrollar la virtud en cada una de ellas ¿Como lograrlo? Lo primordial es que dejen de tratarnos como piezas de una maquinaria de producción. Seremos como flores en el campo, sin ninguna función específica, más que dar colorido y perfume al universo. Es extraño, porque nos han educado para ser «útiles», ¿pero útiles a que?. La maquinaria social nos necesitaba así ¿pero que hubo con lo que nosotros necesitamos?
¿De qué trabaja una flor? ¿De qué trabaja un venado? Pues, de nada «son» flores, «son» venados», son manifestaciones de la diversidad y la belleza. Ahora, ¿como traspasamos la barrera de una educación para ser «pieza» a otra para, simplemente, «ser»? El primer paso será hacerse la pregunta, luego entrenarse para ello o mejor dicho desentrenarse de lo aprendido... ¿A esto se refería Jesús cuando hablaba de volver a ser niños? Probablemente. exclusivo para «S.O.S. Psicólogo»
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Seonaidh Labraidh
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Un valor importante que deberían practicar todos y que representa mucho en nuestras vidas es el
hecho de compartir con los demás, del latín compartir, es la acción de distribuir, repartir o dividir algo en
varias partes. De esta forma, es posible el disfrute en común de un determinado recurso o espacio.
Para que comprendamos mejor este valor y lo llevemos a la practica durante toda nuestra existencia seria por ejemplo: "Si puedo ayudar a alguien que necesita hacerlo de todo corazón, sin esperar nada a cambio", "La plaza es de todos los ciudadanos: nadie puede negarse a compartir el espacio" etc. La noción de compartir implica una concesión gratuita de uso, un regalo o una donación. Por lo general, para compartir algo primero hay que tenerlo: un niño no puede compartir caramelos si no cuenta con ninguno en su haber. En caso que tenga cinco caramelos, puede comerse dos y compartir los tres restantes, lo que será visto como una muestra generosidad o compañerismo. Valor positivo es el de compartir La tendencia a compartir es considerada como un valor positivo. Quien comparte lo que tiene con el prójimo es generoso y bondadoso. De lo contrario será señalado como avaro o egoísta. Se tiende a pensar que quienes más recursos tienen, más deben compartir, ya que no les cuesta demasiado volver a obtener aquello que comparten. En determinados contextos, compartir es una necesidad social que incluso excede a los protagonistas de la acción. Varias organizaciones impulsan a los propietarios de vehículos a compartirlos para reducir la presencia de coches en las calles y, de este modo, minimizar las emisiones de gases contaminantes. Desde el punto de vista ambiental, es preferible que tres personas viajen en el mismo automóvil que cada una de ellas se desplace en su propio vehículo. Compartamos felicidad Comparta felicidad, recuerde que si usted transmite felicidad a otros, esas personas van a irradiar también felicidad por lo tanto su entorno será más agradable y llevadero, usted podrá trabajar en un espacio lleno de alegría y positivismo que le ayudará mejor en su día a día. Pronto notará que su vida cambiará por el simple hecho de empezar a compartir con los demás. Además de dar amor, alegría y paz a un mugar y felicidad comparta también pensamientos positivos que llenaran a su espíritu. Hay que transmitir el valor de compartir a los niños: La educación de un niño debe poner énfasis en aquellos valores que le ayudarán a crecer espiritualmente y además le proveerán de las herramientas para que pueda conectarse con su grupo más cercano. En este punto, es muy importante trasmitirle al niño el valor de compartir. Si un niño comparte tanto sus objetos personales como sus ideas, es probable que el resto del grupo lo catalogue como una persona generosa y comprensiva y no querrán dejarlo de lado. La mejor manera de trasmitir un valor tan fundamental como la generosidad y la solidaridad es a partir del ejemplo. Si tu niño observa que eres una persona que comparte sus bienes o sus pensamientos con el entorno, seguramente actuará de la misma manera. Sin embargo, ten en cuenta que lo que se debe trasmitir es el valor de compartir, que no es lo mismo que dar lo que a uno le sobra. Compartir significa un acto generoso y solidario para con el otro, en el que uno debe desprenderse de algo, que muchas veces cuesta, para dárselo de manera desinteresada a otro compañero. Una buena idea para que el niño explore el valor de esa palabra es enseñarle que debe prestar sus juguetes, sus libros, compartir con otros niños su merienda etc. Estamos viviendo actualmente en una sociedad que somos poco generosos casi no miramos al de a lado, vivimos por nuestras cosas materiales, no sea que cuando necesitemos estemos más solos de lo que pensábamos. Por eso aprovechemos y cambiemos nunca es tarde para ser mejores personas. |
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Prof. Carla Manrique
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