De origen italiano, nací en Argen-tina donde ejercí mi profesión de psicóloga en la Marina nacional como Asesora médico forense.
Fue también en este país de múltiples facetas que pude observar, sobre el terreno, las tradiciones indias y los rituales famosos de la Tierra del Fuego. Estos estudios etnológicos –realizados en colaboración con antropólogos, sociólogos y médicos– se convirtieron en reali-zaciones concretas como numero-sas publicaciones y ayudaron a la adaptación de las poblaciones aborígenes en colectividades agrarias según el modelo utilizado en los kibutz de Israel en lo que hace a la distribución de tierras para traba-jarlas. Tempranamente interesada por los conceptos junguianos, quise empa-parme de las culturas de América latina, testigos del inconsciente co-lectivo. En 1978, decidí dejar el suelo ame-ricano para desarrollar el pensa-miento de Jung en Francia e hice mi doctorado de estado en la Sor-bona. Ejerzo mi profesión en Paris, en mi consultorio, como analista clínica y psicoanalista desde 1978. Ejerzo en los dos idiomas, francés y español. Soy psicoanalista de la embajada argentina en Francia. En 1989, fundé S.O.S. Psicólogo, una asociación que ofrece el beneficio de terapias a precios inferiores a las tarifas usuales para los desfavore-cidos. A demás de mi actividad principal:
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Doctora E. Graciela Pioton-Cimetti
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1965. Marzo. Fin del verano. Turno noche. Universidad de Bel-grano.
Alrededor de las siete de la tarde me encontré con un grupo de personas reunidas en un aula con similar interés: las Ciencias Sociales. Allí se encontraba Graciela, desde entonces y hasta ahora compartimos el viaje que propone la vida. Rápidamente nos hicimos amigos. Nos acompañamos (y competimos) en el saber de la Licenciatura de Sociología en la inaugurada Facultad de Humanidades. Estudiando en ocasiones juntos, prestándonos apuntes, abriendo la cursada a la amistad. Convocados al compañerismo de la estudiantina universitaria, franqueando exámenes. Recuerdo uno de ellos en que Graciela rindió embarazada de Mario. ¡Toda una aventura! Y para no-sotros otra ocasión de admiración por elle. 1972. Enero. Miramar. Un ve-rano –entre varios- especialmente recordado. Se inició con el encuen-tro cuando me sorprendió en el mar volviendo de nadar. Siguió con el asombro de saltar olas. Graciela perdió con la primera un hermoso collar de oro, una cadena enorme que yo había observado por su volumen. -“Con eso te vas a hundir, Graciela, no creo que flotes”- dije riendo. No se hundió. Pero el collar desapareció entre espumas (el mar estaba fuerte) y ella se echó a reír. -“Ahora no tengo contrapeso”- Y proseguimos nuestra festividad marítima festejando el encuentro. Una noche fuimos invitados (yo estaba casado ya con una compañera de estudios) a una casa de campo antigua, de paredes blancas, perteneciente a un tío de Graciela que parecía extraída de un álbum familiar, llena de objetos que eran recuerdos y entre ellos un gramófono que sonó esa noche con algunos crujidos condensando la presencia del pasado. Mucho después fui quien puso impensadamente en el camino de Europa a Graciela, cuando concerté una reunión con otra amiga que deseaba realizar un viaje por un tiempo largo y deseaba estar acompañada. Se llevó a cabo y nuestro vínculo permaneció firme y entero a un océano de distancia. Cuando ocasionalmente regresaba por estos lares, Buenos Aires, Argentina, aprovechábamos la ocasión para reunirnos preferentemente en algún café tradicional como el Torotoni en la Avenida de Mayo. Nos seguimos en los viajes de turismo desde las fotografías y también en la presencia de nuestras vidas contándonos lo que íbamos andando (o desandando). SOS Psicología, fue el último eslabón de nuestra amistad permanente de más de medio siglo. Hoy nuestra querida amiga Graciela sigue en mí, pues nadie se desvanece hasta que se pierda la última me-moria. Y es bueno que sea así. Dichosa es aquella evocación que nos propone en el recuerdo una sonrisa presente. Como sucede con Graciela… |
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Eduardo Baleani, maestro de grado, sociólogo
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Conocí a Graciela a un reunión de intercambio de habla inglesa; y rápidamente se estableció une gran afinidad (tambien por nos nuestros orígenes de Argentina!). Luego comencé a asistir a sus reuniones de interpretación se sueños, las cuales me parecieron muy interesantes al igual que sus participantes: no solamente fue muy benéfico para mi, pero también aprendí mucho del psicoanálisis y por supuesto Jung.
Luego sobrevino el drama de su acidente cardiovascular y le ayudé a tener lecturas y conversaciones fluidas en francés y español: que alegría verla progresar, lentamente!... hasta que tuvo lamentablemente un nuevo y grave accidente cardiovascular. Su fallecimiento me ha provocado une gran tristeza y la extraño mucho no solo por su gran humanidad pero además por su inteligencia y pertinencia en todas sus observaciones. Paz a tu alma, querida Graciela! |
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Daniel Bosco
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Recuerdo que cierta tarde, a mitad de la década de los noventa, un amigo y compañero de trabajo, me comentó que lo habían invitado a escribir para una revista digital y física de Francia. El era ferviente adherente al catolicismo por lo que siempre escribía mucho sobre cuestiones religiosas y sociales, y además se desempeñaba muy bien con los artefactos de comunicación digitales por lo que era conocido en las redes.
Me dijo que la invitación le había gustado pero como el tema principal era la psicología, y el tema de su predilección era la religión, le pareció más apropiado decirme a mí que me contactara con la asociación ya que mi formación como psicólogo hacia más afín las temáticas que seguramente se tratarían en las publicaciones. Así fue como me contacte con la asociación y empecé a escribir artículos de acuerdo a las temáticas propuestas. En broma mi amigo me decía, que en cualquier momento me llamarían y me tendría que ir a Francia para realizar la labor de escritor… Mensualmente al principio y con otras regularidades después fui escribiendo para la asociación SOS psicólogo, como se conoce en el habla hispana. No me gusta el hecho de ponerme a escribir, pero me gusta escribir, jugar con las ideas y palabras, así que cada vez que debía confeccionar un articulo, me costaba mucho dejar mis actividades y ponerme frente a la pantalla del ordenador, pero una vez que lo hacia las frases se plasmaban poco a poco y el resultado final, en general me era satisfactorio. Luego de unos diez años de escribir, publicar y recibir la revista física, y mediando la primera década de los dos mil recibo un mensaje de Graciela, la presidenta de la asociación. Me contaba en esta comunicación y una de las pocas que tuvimos durante los casi treinta años de labor a distancia, que iba a venir a Argentina, país en el cual resido y que quería que nos reunamos y nos conozcamos, a mi y a otra columnista de la revista a la que también conozco. Así que pactamos para encontrarnos en el hotel en que Graciela estaba y tuvimos un bonito encuentro de un par de horas, en la que iniciamos una agradable charla de temas generales. Agradezco haber conocido a Graciela, ya que no había muchas posibilidades. Yo no suelo viajar y ella calculo que tampoco venía muy frecuentemente para estas tierras. Y así seguí escribiendo regularmente desde estos territorios, tratando de contextualizar los temas tratados con las vivencias propias de residir en Latinoamérica. Su partida, inesperada, deja vacante un posible nuevo encuentro, que no se dio en este mundo al menos. No es tarea de improvisados mantener la constancia en un proyecto que pretende beneficiar a la humanidad, a los humanos y a todo lo que nos rodea, y Graciela tenía el temple de hacerlo. Aquí va mi humilde homenaje, por la continuidad de su labor, que ahora es nuestra labor. Seguiremos sembrando Luz. |
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Licenciado Alejandro Giosa
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