La confesión tanto como la penitencia no consisten a llevarnos a vivir haciendo ayuno ó mortificándose sino
a corregir nuestros defectos.
Selon Bourdaloue, jesuita francés, del siglo 17, los remordimientos de conciencia que sentimos luego de percibir que hemos pecado son una gracia interior, la primera gracia que Dios da al pecador en la organización de su futuro orden interno de conversión. |
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Doctora E. Graciela Pioton-Cimetti
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El tema de la confesión me hace pensar que todos los seres humanos somos sujetos a la búsqueda de los beneficios recibidos a partir del Sacramento del Perdón.
Había pedido al sacerdote de Sante Juana Chantal de recibir la bendición para los enfermos para curar mis insomnios. Pero en su lugar me fue propuesto el Sacramento del Perdón, es decir la confesión. Considero que todos tenemos algo que nos molesto en nosotros a veces consecuencia de momentos de conciencia insuficiente. Por mi profesión yo escucho muchas confesiones. Y en todas ellas se manifiestan dos temas: la culpabilidad sobre si mismo como también lo contrario, es decir que el culpable es siempre el otro. Y vuelvo a mi. Recuerdo que el comienzo de la planificación de mi vida de adulto yo hable deseado partir de mi familia lo antes posible y tener hijos (mi vocación fundamental). No daba mucha importancia a como hacerlo. Naturalmente la única solución era casarse y partir en plena adolescencia que genial oportunidad de lorar mis pecados de ignorancia porque observo hoy que si yo «hubiera sabido» muchos desastres no habrían existido. Mi historia se parece a muchas historias. A veces todo parece empezar bien y termina mal también hay otras que empiezan mal y terminan bien. Hace algunos años encontré un caso tan parecido al mío que me fascinó. Una mujer que se había casado con un perfecto desconocido poseedor de buenas condiciones objetivas. Ella tenía entonces 17 años y después de la boda fueron a vivir a Bahia Blanca. Su historia me permitió de comprender los errores que cometemos cuando estamos apurados. El marido bien, buen alumno, primero de promoción, oficial de la Marina de Guerra. Tuvieron dos hijos, pero la pajera se convirtió en un calvario y en el mismo ambiente, siete años después ella conoció su verdadero gran amor, casado comme ella pero sin hijos. Yo conozco bien su historia conozco también el pays y las consecuencias que han conducido al día de hoy. Sin divorciar (el divorcio no existia en Argentina y solo contaban las apariencias). Ella tuvo dos hijos con el primero (con quien se las arregló or creer que lo quería) y dos con el segundo, su primer amor verdadero. Los años pasaban, 13 años y nada cambiaba. Ella vivía en aparencia con el primero pero sin relaciones y su amor, quien había prometido dejar a su primero esposa no lo había hecho. Entonces ella se fue a otro país decidida a reconstruir su vida y continuar educando a sus hijos de todas maneras ha inesperado fue que los cuatro hijos ya adultos juzgaron mal su historia y la abandonaron cada uno a su manera. El mayor falleció muy joven y los otros se pusieron dificiles siempre juzgando. Asi quedó sola con su último hijo, su familia y los dos nietos de esa pareja. Con respecto a sus hijos ella tuvo dos, la segunda con el primero y la cuarta con el segundo. Sus relaciones se volvieron nada, y sin salida: despreciada, ignorada, juzgada. Toda relación se volvió crueldad y olvido. Y sus nietos los 5 hijos de sus hijas no dieron nunca noticios. ¿Que decir? Nada. La vida es un misterio como el pecado, como la confesión y la absolución. Lo que no es un misterio y debe pagarse es la ignorancia pero¿Cómo? No podemos volver atrás. Es una historia rara; jamás hubo una explicación. Ella consideraba haber hecho lo posible por sus hijos aún en la distancia. Nunca una palabra, una pregunta, una interrogación, un ¿porqué esto o aquello mamá? Y la vida se hundió en el silencio sin dar lugar ni a la confesión ni a una explicación. Los que hoy abandonan serán un día abandonados por esa ley del regreso inexorable de lo oculto en el psiquismo que parece manifestarse como un cantigo frente a lo ignorado.
Hecho en Paris el 20 de abril del 2019.
El tiempo bellísimo, el cielo azul parece propiciar una resurrección. Nuestra Señora de Paris se incendió el martes de Pascua. Puede ser el símbolo de una reconstrucción a partir de un sacrificio. El tema confesión parece también proponer un mañana de absolución y resurrección de los lazos familiares. |
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Doctora E. Graciela Pioton-Cimetti
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Eduardo Baleani, maestro de grado, sociólogo
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Me miro y me encuentro haciéndome cargo de mis pasos, mis pensamientos, mis sentimientos, mis anhelos y mis preocupaciones.
¿Confesar? Si tendría que confesar que cada día agradezco mi encarnación. Confieso que he sufrido muchas veces por algún desprecio, alguna queja por mi despego, por no haber sido lo que suponía era necesario ser. Pero hoy miro mi vida con ternura y confieso mi alegría por mis logros, mis emociones y mis pensamientos hechos palabras y caminos. Cuando éramos niños, la adultez era lejana, la edad de la razón una sin razón, la sabiduría una palabra desconocida en su color. Cuando fuimos adolescentes, la mirada estaba puesta en lo que seríamos y lo que haríamos. Tiempos verbales dificultosos. La convivencia, la maternidad, la tarea laboral, los congresos y las presentaciones días largos y agotadores por momentos, pero llenos de bondad. Confieso que en cada etapa he vivido con convicción, con interés y con un cierto dolor por la humanidad. Confieso que no siempre me sentí audaz y valiente, lo suficientemente activa. Siempre mas bien reflexiva, siempre mas bien inclinada a caminar mirando las estrellas y las galaxias. Confieso que siempre me acompañaron mis percepciones y los mensajes que llegaban de maestros sutiles y no permanentemente esto vivido con sencillez y encanto. Pero confieso que pasados algunos años me encontré encantada sonriendo a lo que anteriormente me producía un cierto escozor. Pero confieso que me divertía conocer detalles y secretos y ponerlos a la vista de sus dueños para que cada uno conviva con su verdad. Confieso que cuando me atreví a hacer pública mi verdad, sentí que mi camino era mas liviano, mas conciente y amoroso. Confieso que la maternidad me brindo abundancia de felicidad. Que el amor fue la mayor de las veces amable y sensual, intenso y bastante permanente. Confieso que las épocas de soledad, son simplemente tranquilidad, por sentirme colmada en mi vida. Confieso mi alegría por ser quien soy confieso que deseo seguir caminando en esta encarnación. |
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Lic. Rut Cohen
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Era una época oscura para las emociones, los años cercanos a la mitad del siglo 20. Al menos acá, en Argentina no
solo era tenue la luz de los sentimientos sino también la luz que daba la electricidad. Recuerdo que las lámparas
incandescentes podían mirarse sin ninguna molestia porque emitían una luz naranja parecida a la que ahora se logra con las
lámparas de decoración, que hicieron reflotar las viejas y ya casi prohibidas lámparas de filamento. En su nueva
"reaparición" lograron darle un toque artístico a la iluminación tenue y agradable. De cualquier modo me resulta lindo recordar esa iluminación obligada por la baja tensión de las redes que daba un ambiente calido a las noches de las viejas y
humildes casas de mis familiares.
Lo cierto es que no se hablaba en el seno de las familias de los sentimientos ni de lo que se oponía a lo que se creía socialmente. De hecho mi recuerdo se refiere a una vez en que mi tío en ese ambiente nocturno y casi oscuro, dijo no estar de acuerdo con la forma como se establecían las familias, y no entendía porque "se tenía" que formar familia y tener hijos como norma. Mi tío es el menor de 8, y como ya tenia en aquel entonces mas de veinte, todos sus hermanos ya estaban casados y con hijos. El tema es que se produjo un profundo silencio cuando mi tío dijo esto. No se estaba acostumbrado hablar de esos temas en mi familia. Me sentí incomodo, aunque yo era muy chico y no había empezado la primaria. Paso el tiempo y mi tío se casó y tuvo hijos. Su confesión solo sirvió, a mi entender, para auto encaminarse por el "camino correcto". Su confesión y luego su accionar me dejaron muy perplejo, más porque se caso con una mujer mayor que él, y enseguida tuvo dos hijas. Siempre me pareció que se sintió mal con haber expresado su sentir y no obtener la aceptación de su familia, por lo que trató de recomponerse y rápidamente seguir los mandatos familiares como estaban establecidos. Me da la impresión que esa noche no solo quedó en mi recuerdo, sino también en el de él. Era el castigo por su rebeldía, por su confesión. Lo cierto es que yo también tuve malas experiencias por una confesión. En nuestra adolescencia, confesé a mi hermana que me preocupaba el maltrato que le dábamos a nuestros padres como rebeldes que éramos en esa época, y también tuve un rechazo de parte de ella a mis sentimientos confesados. Realmente desde entonces, con estos antecedentes, me alejé de las confesiones, al menos en mi medio, por lo que vi en otros y lo que me pasó a mi, me parece que no trae buenos resultados. Cuando no hay empatía real hacia los propios sentimientos, no se puede tener empatía por los sentimientos del otro. Es duro reconocer que pasaron muchos años, y realmente no estoy seguro que las personas hayan logrado ser más receptivas y tolerantes a sus emociones. Estamos en una sociedad muy binaria en cuanto a la apreciación de los sentimientos. O es bueno o es malo, no hay medias tintas. No hemos llegado a apreciar a los sentimientos en todos sus matices. Calculo que mientras tengamos desprecio por nuestras emociones, como actitud general de la gente, las consecuencias de expresarlas pueden ser más nefastas que beneficiosas, más cuando uno piensa que confesando se alivianaría de cargas emocionales que se portan como pesadas e intolerantes. Habría que ver si no es peor la consecuencia de expresarlas. Lamentablemente hay que evaluar las situaciones y las consecuencias, y en todo caso, seguir reprimiendo los sentimientos. |
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Licenciado Alejandro Giosa
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